5 feb 2012

Fotos con historia (6)

Ante el panteón de Gardel
Carlos Gardel murió en el choque de dos avionetas a punto de despegar en el aeropuerto de Medellín el 24 de junio de 1935. Sus restos permanecieron varios meses en el cementerio de la ciudad colombiana y en una funeraria de Nueva York, antes de recibir sepultura en febrero de 1936 en el Panteón de Artistas del cementerio de La Chacarita, en Buenos Aires. Casi dos años más tarde, el 7 de noviembre de 1937 fueron trasnferidos al mausoleo construido en el mismo camposanto, con su estatua en bronce a tamaño natural, en pie y sonriente, visitada hasta hoy por constantes admiradores como
yo mismo, recubierta de placas de homenaje, siempre adornada con flores y el cigarrillo encendido que los espontáneos renuevan entre sus dedos. 
La asombrosa capacidad de salto generacional demostrada por el tango desde hace un siglo debe una parte importante al no menos asombroso liderazgo mantenido por el legado de Carlos Gardel. La muerte prematura significó su entrada en la leyenda, la cual sigue creciendo con las versiones gardelianas divulgadas por las últimas generaciones.
La "beatificación" post-mortem asentó la creencia de que "Gardel cada día canta mejor". Sin embargo el mito no hubiera resistido los embates del tiempo si quienes renovaron a continuación el género argentino en oleadas sucesivas no hubieran admirado las innovaciones de aquel cantante fundacional. Gardel no representó solamente un autor de populares melodías, un crooner o un galán cinematográfico, sino el iniciador un nuevo modo de entender la carrera artística, desde el lejano sur hasta los centros de difusión europeos y norteamericanos. Su legado se basa en la extraordinaria calidad interpretativa, pero también en el insólito empuje para seducir a públicos hasta entonces inexplorados, para abrir modernos mercados.
El tango era por nacimiento un género cosmopolita, un hijo de los bajos fondos porteños con una gran deuda contraída con la caprichosa voltereta de la historia que le proporcionó la caja de resonancia de París y la temprana difusión de aquella moda parisina canalla en el conjunto de la Europa de la Belle Epoque, incluida Barcelona, conocida como "tercera patria de tango". Carlos Gardel fue el primero en entender el brío del nuevo caballo de las modas musicales, con el mérito añadido de lograrlo en el corto lapso de diez años que duró su carrera internacional, entre el debut europeo como cantante solista de tangos en el Teatro Goya barcelonés el 10 de noviembre de 1925 y la catástrofe de Medellín.
Primero instaló su base de proyección internacional en Barcelona, a donde viajó en cinco ocasiones a partir de 1925. En la capital catalana grabó por primera vez sus discos con el moderno sistema eléctrico y entabló múltiples amistades, antes de triunfar en la segunda etapa cinematográfica de París, entre 1928 y 1932, y en Nueva York durante los tres últimos años de vida. Barcelona fue uno de los únicos cuatro centros donde grabó su hoy tan estudiada obra discográfica (750 temas en Buenos Aires, 63 en Barcelona, 37 en París y 23 en Nueva York). La Biblioteca de Catalunya adquirió recientemente al anticuario Francesc Arellano una de las mejores colecciones europeas de discos, publicaciones, fotos, carteles y objetos relacionados con la historia de Gardel y del tango, iniciada con los fondos de los coleccionistas Concepción Márquiz y Fernando García.
Los mismos caprichos de la historia hacen que la etapa catalana del lanzamiento internacional de Gardel sea hoy ignorada en la mayoría de biografías. También Barcelona fue una de las primeras ciudades donde se erigió un monumento a su memoria, antes que en Buenos Aires, aunque se trate de un modesto monolito sito en los jardines de la confluencia de la calle Buenos Aires con la Avenida de Sarrià, inaugurado por el alcalde Pasqual Maragall con motivo del cincuentenario de la muerte del cantante en 1985 y hoy necesitado de una urgente restauración. El mejor monumento se encuentra sin duda en las tiendas de discos donde se siguen vendiendo sus grabaciones y en las versiones de los jóvenes intérpretes, seducidos por la calidad de Gardel igual que sus predecesores.




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