15 mar 2012

La fortuna de desayunar en el mercado

Hoy he ido a desayunar al mercado. La efervescencia matinal de esos recintos me estimula a empezar el día con un punto de alegría visual y digestiva. En la porción de tortilla de berenjena y pimiento que he comido cantaban los ángeles, acompañada por un pan con tomate sobre el que refulgían las gotas de oro del aceite virgen. Tras comprar mi almuerzo, he regresado a casa con un paso más ligero. No sabemos lo que tenemos con la red de
mercados de producto fresco. Los hemos visto toda la vida en su sitio y tal vez no percibimos el valor que representa el relevo generacional conocido por esas instalaciones centenarias. Además de la concentración de oferta cotidiana de producto fresco, ofrecen otro servicio igual de valioso o quizás más aun: la sociabilidad, el encuentro, la vida de barrio. En nuestras ciudades tan atareadas, eso significa un mérito. También por este motivo me gusta ir a desayunar al mercado, abrir los oídos, los ojos, pegar la hebra y, de paso, aprovechar para comprar.

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