21 oct 2013

La isla de Lampedusa merece el Nobel de la Paz y alguna solución

Miles de usuarios de TripAdvisor, uno de los principales sitios web mundiales de viajes, opinan en una encuesta realizada el presente año que el paraíso terrenal se halla en la diminuta isla siciliana de Lampedusa y que su recóndita y desierta playa del Coniglio, de aguas turquesa y arena blanca, es la más bella del mundo. Miles de inmigrantes irregulares que llegan hasta ahí --medio muertos en el mejor de los casos-- desde África a bordo de pateras infames comprueban exactamente lo contrario, detenidos en recintos improvisados de una isla de 20 kilómetros cuadrados (cuatro veces menor que Formentera) y 5.000 habitantes. Pertenece a Italia pero está más cerca de la costa africana que de nadie. Lampedusa se ha convertido en un símbolo por
la capacidad de reunir ambos polos de la desigualdad social rampante en un territorio tan reducido, para unos idílico y para otros infernal. Desde 1999 han desembarcado en ella unos 200.000 inmigrantes irregulares, que tan solo el pasado año fueron 13.200 y estas últimas semanas de la estación más navegable una media de 300 por día. Calculan que han muerto en el intento entre 20.000 y 30.000, extensivo a las costas de Andalucía, Malta o en menor medida Croacia, Chipre o las fronteras terrestres de Grecia. El Papa Francisco se desplazó a Lampedusa el 8 de julio durante unas horas y habló de la “globalización de la indiferencia”. El reportero Fabrizio Gatti ha lanzado desde el semanario L'Espresso un llamamiento para que concedan el premio Nobel de la Paz a los habitantes de Lampedusa, en la persona de su alcaldesa, por la ayuda que vienen prestando los últimos años a los inmigrantes de las pateras, vivos o muertos. Sería un reconocimiento merecido, al lado del de TripAdvisor, para atizar el contraste entre la infamia y el paraíso en la misma playa.

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