3 sept 2014

El exilio español en México fue menor que en múltiples departamentos franceses

El 75 aniversario del dramático éxodo de medio millón de republicanos españoles (soldados y civiles por mitades) a través del Pirineo tras la caída de Cataluña en manos del ejército franquista ha vuelto a poner de actualidad las indignas condiciones en que fueron recibidos aquel invierno de 1939 en las playas desnudas del sur de Francia de forma deliberada para empujarles a regresar, como hizo la mayoría, así como el papel de acogida que jugó en alguna medida el México del presidente Lázaro Cárdenas. Este último aspecto se ha visto magnificado hasta extremos que
reclaman una cierta precisión histórica. El recibimiento del gobierno de México fue admirable en su generosidad, pero limitado en dimensiones y filtrado ideológicamente.
Al finalizar la guerra el 1 de abril de 1939, Franco acordó con Francia admitir la repatriación de 1.000 hombres por día en la frontera de Irún/Hendaya y 1.500 por los puestos franco-catalanes, así como 350 mujeres y niños diarios. El 2 de agosto de 1939 el ministro francés del Interior, Albert Sarraut, calculaba que 250.000 refugiados republicanos españoles habían ya regresado a España por distintos conductos o estaban a punto de hacerlo. 
La oferta de acogida del gobierno mexicano del presidente Lázaro Cárdenas benefició a unos 15.000 exiliados, por lo general de profesiones liberales, seleccionados en Francia por cuotas de adscripción política a través del Servicio de Evacuación de los Republicanos Españoles (SERE), creado por el gobierno Negrín, a razón de 50% del cupo para comunistas y socialistas, 20% para anarquistas (pese a constituir el grueso del movimiento obrero y de milicianos exiliados), 20% para partidos republicanos minoritarios y partidos regionales, y 3% para no afiliados. Mediante los fondos económicos del gobierno de la República depositados en cuentas corrientes extranjeras, el SERE invirtió durante el año 1939 un total de 63,5 millones de francos franceses en ayudas a los refugiados, según reporta Enrique Moradielos en su biografía Don Juan Negrín (Ed. Península, Barcelona 2006). 
Las endémicas disensiones internas entre gobernantes republicanos y los respectivos partidos se tradujeron también en este terreno, dando pie a la creación por el ministro socialista Indalecio Prieto de otra Junta de Auxilio a los Republicanos Españoles (JARE). Países latinoamericanos como Chile (3.200 exiliados), República Dominicana (1.200) y en menor medida Argentina, Venezuela, Colombia y Cuba acogieron unos 20.000 refugiados españoles (incluyendo los 15.000 de México), así como unos 6.000 en la Unión Soviética, en proporciones por tanto menores comparadas con el volumen que le correspondió por vecindad a Francia. 
Desde finales de 1939, entre 300.000 y 360.000 refugiados españoles, según las distintas fuentes, habían abandonado el suelo francés, la gran mayoría para regresar a sus localidades de origen o al menos intentarlo, asumiendo los riesgos de la represión de posguerra en España. En diciembre de aquel año el ministro francés de Interior, Albert Sarraut, manifestó en la Cámara de Diputados que quedaban en Francia 140.000 refugiados españoles, entre ellos 40.000 mujeres y niños. 
El éxodo republicano español no alteró sustancialmente el número global de españoles en la vecina Francia, que entre los censos franceses de 1936 y 1946 pasaron de 254.000 a 302.000, permaneciendo en el mismo tercer lugar que antes, detrás de italianos y polacos. La implantación de españoles por regiones francesas quedó encabezada por el pequeño departamento fronterizo de los Pirineos Orientales con capital en Perpiñán (25.845), Alta Garona con capital en Toulouse (17.794), Aude con capital en Montpellier (21.695) y Pirineos Atlánticos con capital en Pau (12.090), todos en las cercanías pirenaicas y prácticamente todos en número superior a los acogidos en México.

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