3 nov 2014

El falso centenario del sujetador o “se non è vero, è ben trovato”

Observo con extrañeza cómo los medios de comunicación celebran estos días el centenario del “invento del sujetador”, cuando de hecho es tan solo al centenario de la patente registrada el 3 de noviembre de 1914 en Estados Unidos de uno de los modelos industriales llamados a la popularidad a través de la marca multinacional Warner Corset. En realidad el sujetador es viejo como el mundo. En la antigua Grecia algunas mujeres utilizaban el strophium, la pieza de ropa que sujetaba la base del pecho. Los mosaicos romanos muestran el sujetador pectoral de bailarinas, atletas y sirvientas. Los corpiños eran bien conocidos en la Edad Media y el Renacimiento.  En París ya conmemoraron en 1989 el centenario del invento del
sujetador moderno, que allí atribuyen a la modista Herminie Cadolle cuando decidió cortar la parte inferior de las fajas para liberar el diafragma femenino. Hoy la acreditada corsetería Cadolle se mantiene en la Rue Cambon nro. 4, junto a la Plaza de la Concordia, regentada por la quinta generación de descendientes. 
La Biblioteca Forney de París organizó en 1992 una exposición de corsetería para conmemorar con el debido brillo cultural el 60 aniversario de la comercialización de la faja Scandale, el invento del fabricante textil Robert Perier que revolucionó la corsetería femenina moderna gracias a la incorporación de la fibra elástica de caucho. La faja Scandale marcó época y los franceses siempre están atentos para acompañar el comercio con una dosis de cultura que sustente algo tan inconsútil como es la imagen de marca. 
Si los ingleses designan al sujetador con la palabra bra, los franceses no se privan de recordar que es debido a Philippe de Brassière, ciudadano francés emigrado a Estados Unidos que en 1902 patentó otro diseño de sujetador realizado por el americano Otto Tizling para la cantante Swanhilda. La marca americana Warner comercializó a partir de 1914 otro diseño de sujetador contemporáneo, pese a no inventar nada. 
El fabricante francés Robert Perier, que hasta entonces comercializaba ceñidores ortopédicos, halló una mina en la nueva corsetería de lucimiento y la lencería íntima. La misma empresa popularizó a partir de los años 1960 los panties y bodies. Hoy la definición de corsetería suena anacrónica, parece evocar unos objetos anticuados más que la refinada panoplia de guepières, bustiers, corselets, portamedias y sujetadores. La fibra de caucho ha sido reemplazada por sedas, blondas elásticas, tules, rasos, terciopelos, bordados, jacquards... Más que con la palabra corsetería, lo podríamos suavizar con el de lencería íntima, aunque no sea lo mismo. La lencería designa primordialmente a las medias, combinaciones, bragas y ropa de noche. Una cosa es la lencería y otra la corsetería, aunque que estén relacionadas de cerca. 
No se trata de un apartado superfluo de la indumentaria, sino de un potente sector de la industria textil, en el que Cataluña ha destacado. El fabricante igualadino Josep M. Vives Vidal decidió en 1949 apartarse de la tradición paterna de los curtidos y adentrarse en la fabricación de calcetines, un artículo que a continuación le llevó a la corsetería. Instaló en Igualada la primera máquina de España de confección de fajas tubulares y consiguió la licencia de la marca norteamericana Warner, antes de absorber al grupo francés Lou y convertirse en empresa líder en España, actualmente bajo la marca Tulip, que engloba a Lou, Intima Cherry, Gemma, Belcor, Variants y Best Form. La antigua Vives Vidal (Vivesa) es hoy una división europea de la multinacional Vanity Fair y ha trasladado el centro de gestión de Igualada a L’Hospitalet de Llobregat (la producción la realiza en Túnez). Durante el ejercicio del 2012 sus ventas ascendieron a 75 millones de euros. 
No me parece una cuestión tan frívola. Mejor dicho, solo es frívola en momentos muy logrados. Estas prendas van ligadas a la comodidad y también a instantes reales de fascinación. O como mínimo de su expectativa.

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