17 nov 2014

Tarde de domingo por rumbas en el barrio de la República de Gracia

Ayer domingo por la tarde, en vez de meterme en el cine Verdi, caminé un par de calles más y me asomé a la sexta edición de la Diada de la Rumba Catalana, organizada por los promotores del Foment de la Rumba Catalana (Forcat) con una maratón de intérpretes que se relevaron durante seis horas en la sala barcelonesa –graciense-- del Centre Artesà Tradicionarius, con entrada gratuita. Entre esas paredes de la “República Tropical e Independiente de Gracia” reencontré a la Catalunya con caderas bailadoras, que también existe. Todos consideran probable que la rumba catalana sea la música popular más genuina de Barcelona, seguramente la única música pop de raíz nacida en el
conjunto de España y la única autóctona surgida en Europa durante el siglo XX, un folklore urbano poseído por la fuerza del arte. Sin embargo nadie le ha hecho nunca demasiado caso ni le ha reconocido el prestigio, salvo el añorado argentino Gato Pérez y los círculos de practicantes y seguidores. Suele pasar asimismo con otros géneros de música popular, si se les compara con la reputación, los equipamientos y los presupuestos de la música clásica o del pop de consumo.
Los cantantes Peret y Gato Pérez se pasaron la vida defendiendo que la rumba catalana no tenía nada que ver con el flamenco andaluz, excepto el recurso a la guitarra acústica para su característico ventilador (cuerda y percusión a la vez) y a las palmas de precisión metronómica para la bomba rítmica, mientras que mantiene una relación más estrecha con los cantes de Levante (el antiguo flamenco catalano-valenciano) mestizados con la música tropical afro-cubana, el mambo de Pérez Prado y el rock de la época de Elvis Presley. “La rumba nace en la calle, hija de Cuba y un gitanito”, cantaba el Gato Pérez. Es el tropicalismo de los barrios de la creativa y festiva comunidad gitana de Barcelona para que baile aquella Catalunya con caderas que también existe. Pere Calaf i Pubill, Peret, repetía: “La rumba es muy nuestra. La sardana no lo sé”. 
En las fiestas de la Mercè de 1987 ya se organizó en el Portal de l’Àngel una Nit de la Rumba Catalana, --“el pop auténtico de la metrópolis”, decía la convocatoria-- , dirigida y presentada por el Gato Pérez, con leyendas vivas como Antonio González el Pescaílla y su hermano Joan González l’Onclu Polla, Pepe Amaya el Rumbero, las Estrellas de Gracia con Patata González y Ricard Batista Tarragona, y los Chipén con Peret Reyes y Johnny Tarradellas. La iniciativa se repitió con el mismo nombre el 1996 en la Plaza Catalunya. 
En 1995 la extinta revista barcelonesa El Manisero organizó un seminario de estudiosos durante tres días en el Centro Cívico Drassanes sobre "El rumbo de la rumba”, pero los musicólogos estaban muy verdes en la materia y nadie sentía demasiada necesidad de consenso. En 2008 se reprodujo el debate en el Simposio Nacional de Rumba Catalana, en el Centre Artesà Tradicionàrius. Los musicólogos y el consenso social seguían verdes. En 2010 Peret apadrinó y dirigió un curso de introducción a la rumba en el Conservatorio del Liceu, organizado en colaboración con los promotores del Foment de la Rumba Catalana (Forcat). 
Manitas de Plata y los gitanos meridionales franceses del grupo Gipsy Kings tal vez no sabían muy bien qué cantaban, pero triunfaron en todo el mundo y se hincharon a vender millones de discos en los cinco continentes. Aquí, en cambio, apenas vamos tirando de la rumbita.

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