19 ene 2015

La escasa contribución occidental a la modernización del islam

Ahora ya sabemos por qué el presidente Obama no estuvo presente en la manifestación de París junto a los demás jefes de Estado y de gobierno. Lo ha manifestado sin ambages pocos días después mediante un par de frases cargadas con bala, al recibir en la Casa Blanca al premier británico David Cameron: “Nuestra población musulmana se siente americana. En algunas partes de Europa este no es el caso”. El primer ministro británico no dejó de replicar muy vagamente: “Algunos lo tenían todo. Así que no perdamos de vista la venenosa narrativa que eso implica, no perdamos nunca de vista el verdadero corazón del asunto”. El
enfrentamiento de civilizaciones que lleva al mundo a una nueva guerra difícilmente podría resumirse más. Ahora bien, el asentado imperialismo norteamericano no puede tirar la primera piedra inocente en este litigio. Que la población negra y la musulmana de Estados Unidos se sienta americana no ha evitado allí enfrentamientos sociales agudos, más agudos incluso que en Europa. 
El “verdadero corazón del asunto” al que se refiere David Cameron debe de ser la contribución pendiente de las potencias occidentales a la modernización de los países islámicos frente al fundamentalismo religioso, alimentado por las humillantes condiciones de desarrollo colonial o postcolonial que ha impuesto hasta ahora el primer mundo. A Europa también le costó mucho deshacerse del propio fanatismo religioso, hace apenas dos siglos, cuatro días desde un punto de vista de perspectiva histórica. Las autoridades católicas españolas, per poner un caso reciente, todavía insisten en borrar la condición de mezquita de la actual catedral de Córdoba, donde los musulmanes protagonizaron siglos de dominio multicultural. 
En Estados Unidos el racisme puro y duro causó la guerra civil de 1861-1865. La vieja Europa y su país más avanzado desencadenaron dos guerras mundiales el siglo XX, con un balance aterrador de 18 millones de muertos la primera y 50 millones la segunda. Actualmente hay en el mundo 1.600 millones de musulmanes y 2.000 millones de cristianos (la mitad católicos, un tercio protestantes, un 12% ortodoxos), pero la cuestión no es esta. En Europa el 4% de la población es musulmana, concentrada en las capas más maltratadas de la sociedad democrática. Aquí comenzamos a tocar hueso. 
Que los musulmanes de todo el mundo se identifiquen con su religión y que los musulmanes residentes en Estados Unidos se sientan americanos y los residentes en Europa ciudadanos de los países respectivos no impide que tengan motivos sobrados para sentirse ciudadanos de segunda. El racismo y el fascismo de hoy son la desigualdad social acentuada. El terrorismo más abominable ha surgido con reiteración allí donde ha encontrado un caldo de cultivo real y prolongado.

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