18 feb 2015

La excepción cultural francesa, una política de Estado con presupuesto

Cada vez que conceden el Premio Nobel de Literatura a un autor francés, más que ganarlo parece que Francia lo recupere. Se lo han otorgado quince veces. Los franceses se aferran a la cultura como elemento todavía destacado de la antigua primera potencia, aunque las traducciones del francés no lleguen hoy al 1% de los libros publicados en el mundo anglosajón. Pero además de los libros, el sector cultural engloba a las artes escénicas y visuales, la industria musical, la publicidad, la televisión, el cine... Cualquier cultura es por definición un signo de identidad y la francesa quiere serlo mas aun. La grandeur de la política de Estado en materia
cultural se puede cifrar, no es una entelequia.
En 1959 el general De Gaulle, en el apogeo del presidencialismo, creó el Ministerio de Cultura, hasta entonces inexistente o diluido en otros. La fórmula era sencilla, aunque esencial: un ministro de carácter, conexión directa con el presidente y presupuesto a la altura de los propósitos. André Malraux se mantuvo en la cartera durante diez años. 
El presidente Mitterrand solo tuvo que seguir la huella gaullista. Su ministro de Cultura, Jack Lang, vio multiplicado por seis el presupuesto del departamento durante los doce años de mandato, a fin de llevar a cabo una política cultural de Estado ambiciosa y resonante que prolongase la vida de “la excepción cultural francesa”. En la actualidad el ministerio francés de Cultura dispone en 2015 de 14.000 millones de euros (la mitad procedentes del Estado y a otra mitad de las administraciones públicas locales y regionales). En Alemania el mismo presupuesto es de 8.000 millones (aportado mayoritariamente por los länder), mientras que en el Reino Unido el Arts Council recibe 840 millones y en España el ministerio del ramo 715 millones. La excepción cultural francesa la hace la política del Estado, el presupuesto público. 
Francia es el país europeo que produce más películas y vende más entradas de cine, gracias a la reglamentación estatal que lo protege a través de un marco fiscal propio, distinto del resto de países vecinos. Del mismo modo, las 140 primeras representaciones de las obras de teatro gozan de un IVA superreducido del 2,1%. En 2013 el gobierno francés no solo descartó la subida del IVA del 7% al 10%, sino que lo rebajó al 5% para el cine, el teatro y los libros. En España el gobierno del PP lo aumentó el año 2012 del 8% al 21%. 
Los filósofos franceses –hoy diríamos los intelectuales-- se convirtieron desde el siglo XVIII en un nuevo clero encargado de dar legitimidad ideológica al nuevo poder surgido de la Revolución. La monarquía no captó su importancia, no les supo aproximar al aparato del Estado. Los filósofos se giraron en su contra como portadores de les luces del saber, heraldos del nuevo régimen, luchadores contra la religiosidad dogmática e intolerante vinculada a la derecha que justificaba la esclavitud del pueblo, el origen de derecho divino de la monarquía y la instrumentalización de les creencias populares a beneficio del absolutismo. El anticlericalismo del nuevo poder se enfrentaba a un enemigo extendido, enraizado y poderoso, que ofreció resistencia activa durante los siglos siguientes, hasta hoy. 
La influencia de los maître-à-penser, el anhelado rayonnement (irradiación) de la cultura francesa ha languidecido al mismo ritmo que el pese europeo y mundial de Francia, aunque la productividad de su amplia estructura universitaria y cultural le asegura una jubilación respetuosa. La generación de Jean-Paul Sartre, Albert Camus, Claude Levi-Strauss o Michel Foucault se vio relevada por la de los nouveaux philosophes de Bernard-Henry Levy, André Glucksmann, Julia Kristeva, Roland Barthes, Jacques Lacan, Gilles Deleuze, Jacques Derrida, Jean-François Lyotard, Jean Baudrillard, Pascal Bruckner, Alain Finkielkraut, Emmanuel Lévinas o Pierre Bourdieu. La siguiente hornada de los Bruno Latour, Alain Badiou, Philippe Descola, Jacques Rancière o Étienne Balibar es igualmente nutrida. Sin embargo la French Theory se ha reducido en términos de liderazgo intelectual, más allá de los respectivos reductos. 
Ahora el libertario Michel Onfray ocupa el lugar de filósofo de actualidad, secundado en la palestra por André Comte-Sponville o por el filósofo y ex ministro de Educación Luc Ferry. Se trata en todos los casos de “fenómenos” por encima de los 300.000 ejemplares de ventas en Francia. De la hegemonía cultural comunista de antaño no queda ni rastro, aunque se siga celebrando cada año en el Parc de la Courneuve la multitudinaria fiesta del diario L’Humanité, la Fête de l’Huma, como una Feria de Abril de la antigua izquierda.

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