23 abr 2015

La sombra del día radiante de la rosa y el libro de Sant Jordi

En un país pequeño de 7 millones de habitantes, esta jornada de Sant Jordi se venderán por tradición ciudadana 6 millones de rosas (el 80% rojas) entre tres y cinco euros, según las estimaciones de los floricultores mayoristas, a los que el gobierno del PP les acaba de rebajar el IVA del 21% al 10%, contrariamente a los libros. El 5% de las rosas de Sant Jordi son de producción local. Las demás proceden por vía aérea de Colombia y Ecuador (45%), Holanda (30%), Valencia y el sur de España (10%) y países africanos como Kenia y Etiopía (5%). El dominio mayoritario de las grandes plantaciones industrializadas de rosas de exportación en Colombia y Ecuador, con horticultura intensiva potenciada por plaguicidas y fertilizantes sintéticos, ha
planteado problemas de contaminación y sobreexplotación de las reservas de agua, sin entrar en el grado de retribución de la mano de obra local o la falta de controles sobre el comercio justo.
Estos datos no enturbiarán la gran fiesta cívica primaveral de la rosa y el libro en Cataluña, pese a incidir  por detrás de la sonrisa feliz de la jornada. En lo referente al libro, la Asociación de Escritores en Lengua Catalana, a la que pertenezco como socio de número, establece en su último estudio que solo un 9,7% de los afiliados pueden vivir de escribir (sumando derechos de autor, artículos de prensa, conferencias, guiones, traducciones, colaboraciones). La inmensa mayoría se tiene que ganar la vida a través de otras profesiones, sin dejar de escribir. 
La literatura está formada en su fase productiva por escritores, editores, distribuidores y libreros. De todos estos profesionales tan solo los escritores trabajan por amor al arte, a pérdida, poniendo de su propio bolsillo. Los escritores suelen recibir del 7% al 10% de la venta de sus libros. 
La literatura y la cultura en general son un factor esencial de crecimiento y libertad en cualquier país. La literatura en catalán se enorgullece con frecuencia de su vitalidad, pero esta vitalidad se basa en el agravio económico de los escritores que optan por esa lengua. 
Incluso el editor más poderoso, José Manuel Lara, declaraba el día de Sant Jordi de 2013 sus buenas intenciones: “Haría que los editores no discriminasen a los autores en relación con los fabricantes de papel. Porque pagan todo el papel que utilizan para imprimir, pero los autores cobran por trocitos según van vendiendo los libros, no cobran por los ejemplares que el editor ha impreso. No deberíamos perder más el tiempo haciendo ridículas liquidaciones anuales”. 
Pues no perdamos más el tiempo. ¡Que viva a pesar de todo la jornada cívica de la rosa y el libro de Sant Jordi!

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