29 nov 2016

El indigente del portal de casa ya no está, la definición ha cambiado

El portal de mi casa incluye una entrada de parking de vecinos que deja libre un espacio lateral a cubierto. Ahí se instalaban los sin techo. Dormían sobre cartones, parapetados con sus escasas pertenencias. Algunos parecían más resignados, otros más tocados por el desequilibrio o la cólera. No pedían nada, más allá de lo que su sola presencia pedía a gritos. Cruzábamos la mirada más de una vez al día. El sin techo residente a la entrada del parking de casa se evaporaba al cabo de unos días o unas semanas y su lugar era ocupado por otro. Ahora hace tiempo que no instala ninguno. La política municipal de asistencia social debe surtir
efecto. Sin embargo todavía les veo un par de calles más allá, sobre todo en las entradas de sucursales bancarias. De vez en cuando cruzamos una mirada.
Con motivo del décimo aniversario de la salvaje agresión que costó la vida a la sin techo Rosario Endrinal, quemada por tres jóvenes desalmados mientras dormía en un cajero automático del barrio barcelonés de Sant Gervasi (el caso se vio reconstruido por el periodista Arturo San Agustín en el libro La noche que quemaron a la mendiga), la segunda teniente de alcalde y directora del Área de Derechos Sociales del actual Ayuntamiento de Barcelona, Laia Ortiz, publicó en febrero pasado un articulo de prensa en el que ponía muy bien puestos los puntos sobre las íes. Cada día duermen en la calle en Barcelona entre 700 y 900 personas, además de las 1.600 que se acogen la Red de Atención a las Personas Sin Hogar. 
No se trata de una patología, sino de una cuestión de acceso a la vivienda estable, con el acompañamiento social que convenga para que esas personas puedan recuperar su vida en condiciones dignas. “Es necesario asimismo –decía la regidora-- un cambio de enfoque: las personas sin hogar son vecinos y vecinas de nuestra ciudad, con voz y voluntad de participar. Ellas son las verdaderas expertas, les que saben cómo se enfrenta una situación imposible de imaginar para quienes que no la hemos vivido”. 
Esta política municipal ha fructificado ahora en una nueva campaña que defiende el uso del neologismo “sinhogarismo” para sustituir la definición de indigentes, considerada como un tópico contra personas que no son indigentes, sino ciudadanos con carencias concretas. Participa en ella la Red de Atención a Personas Sin Hogar, que reúne a 34 fundaciones y oenegés que luchan contra esta situación con conocimientos e instrumentos directos.
Además de la obra que acabo de citar de Arturo San Agustín, el fenómeno ha dado pie a otro libro magistral de Bru Rovira, Solo pido un poco de belleza. También a algunos artículos de prensa de antología, como el de Domingo Marchena ayer en La Vanguardia titulado "Decálogo contra el sinhogarismo". 
Me acostumbraré a decir sinhogarismo, con la esperanza de que sirva per dar un sentido más resolutivo a la mirada que todavía cruzo con los no indigentes sin techo de mi barrio.









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