3 abr 2017

Cualquier “gipsy king” pretende eclipsar a la rumba catalana

El festival de verano barcelonés Jardines de Pedralbes acaba de presentar cartel y anuncia el 30 de junio el concierto de unos Gipsy Kings que en realidad no lo parecen. En letra pequeña reza: “Chico Castillo, Mario Reyes y André Reyes”, y en letra gorda: “Gipsy Kings”. Tan solo André Reyes formaba parte del octeto original, creado más de treinta años atrás por dos familias gitanas catalanas afincadas entre Arles y Montpellier. Popularizaron la rumba catalana en todo el mundo. Sean quienes sean los integrantes del grupo que se presenta con el nombre de resonancia internacional de
Gipsy Kings (premio Grammy al mejor álbum de world music en 2014), la rumba catalana no está de suerte en nuestro país de origen, quizás estigmatizada por gitana y aflamencada.
Representa la música popular más genuina de Barcelona, seguramente la única música pop de raíz urbana nacida en el conjunto de España y la única autóctona surgida en Europa durante el siglo XX. Sin embargo nadie le hizo nunca demasiado caso ni le han reconocido el prestigio, salvo el añorado argentino Gato Pérez y los círculos de practicantes y seguidores. Suele ocurrir con todos los géneros de música popular, si se les compara con la reputación, los equipamientos y los presupuestos de la música clásica y el pop de consumo. 
Los cantantes Peret y Gato Pérez se pasaron la vida defendiendo que la rumba catalana no tiene nada que ver con el flamenco andaluz, aparte de recorrer a la guitarra acústica para el característico ventilador (cuerda y percusión a la vez) y a las palmas para la bomba rítmica. Mantiene mayor filiación con los cantes de Levante (el antiguo flamenco catalano-valenciano), mestizados con la música tropical afro-cubana, el mambo de Pérez Prado y el rock de la época de Elvis Presley. 
“La rumba nace en la calle, hija de Cuba y un gitanillo”, cantaba el Gato Pérez. Es el tropicalismo de los barrios de la comunidad gitana de Barcelona para hacer vibrar a aquella Catalunya con caderas bailadoras, que también existe. Peret repetía con mucha intenció: “La rumba es muy nuestra. La sardana no lo sé”. 
En las fiestas de la Mercè de 1987 ya se organizó en el Portal de l’Àngel una Noche de la Rumba Catalana, --“el pop auténtico de la metrópolis”, decía la convocatoria-- , dirigida y presentada por el Gato Pérez, con leyendas vivas como Antonio González “el Pescaílla” y su hermano Joan González “l’Onclu Polla”, las Estrelles de Gràcia con Patata González y Ricard Batista Tarragona, los Chipen con Peret Reyes y Johnny Tarradellas. La iniciativa se repitió con el mismo nombre en 1996 en la Plaza Catalunya. 
En 1995 la extinta revista barcelonesa El Manisero organizó un seminario de estudiosos durante tres días en el Centre Cívic Drassanes sobre "El rumbo de la rumba”. Pero los musicólogos estaban muy verdes en la materia y nadie sentía demasiada necesidad de consenso. En 2008 se repitió el debate en el Simposium Nacional de Rumba Catalana, en el Centre Artesà Tradicionàrius. 
Los musicólogos y el consenso social seguían verdes. En 2010 Peret apadrinó y dirigió un curso de introducción a la rumba en el Conservatori del Liceu, organizado en colaboración con los promotores del Foment de la Rumba Catalana (Forcat), que cada año montan la Diada de la Rumba Catalana, una maratón de intérpretes que se relevan durante seis horas en la sala barcelonesa del Tradicionàrius, en la república tropical e independiente del barrio de Gracia. 
El mismo día en que se anunciaba el concierto de verano de los Gipsy Kings en Barcelona, declaraba Rogeli Herrero, uno de los integrantes del popular grupo rumbero Los Manolos, que se disolvió tras su recordada participación en la ceremonia de clausura de los Juegos Olímpico del 1992, con el Amics Per Sempre a ritmo trepidante de rumba: “Los Gipsy Kings no quisieron venir y el Ayuntamiento sabía que el público nos quería ”. 
Aun seguimos igual, veinticinco años después. La próxima edición de la Diada de la Rumba Catalana será de nuevo un multitudinario encuentro de catecúmenos, de marginados, mientras los Gipsy Kings hacen bailar al tout Barcelone en los jardines del palacio de Pedralbes, en el Upper Diagonal, con entradas a precio de lujo.





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