21 ago 2017

La última libertad, la grandeza despojada de las aguas termales de Dorres

Puede parecer por la foto de crucificado acuático en horizontal que me hayan sorprendido en una situación de abandono y placidez inmóvil. Pero en realidad, acostado y en emulsión, me sentía más alzado que nunca. Impávido en apariencia, pletórico piel adentro, más afirmado que reblandecido, suavizado y temperado que prostrado, impresionado y nada tumbado. "No-Tinc-Por". Establecimientos de aguas termales --que los romanos ya impusieron como costumbre civilizada-- hay en todo el país y en otros. Sin embargo baños termales espontáneos al aire libre como los de Dorres, en la Cerdaña, quedan muy pocos. La balsa termal de Jafre (Baix Empordà) se ha visto violentada por un proyecto inmobiliario abandonado a medio construir, la de
Fontcalda de Gandesa (Terra Alta), en el desfiladero del río Canaletes, resiste.
Dorres es una pequeña gran francesilla que hasta hoy se permite el comercio general de las cosas, un spa absolutamente natural a 1.450 metros de altura, colocado en una balcón espectacular de las afueras boscosas del pueblo asomado a la cumbre del Puigmal, la sierra de Cadí y el llano de la Cerdaña.
El pequeño municipio cerdano de 150 habitantes ha sabido mantener la personalidad de sus baños históricos, cuando le habría resultado mucho más fácil ceder al canto de sirenas de otros establecimientos termales y estaciones de esquí de los alrededores. Dorres es un fenómeno excepcional. 
A todos nos cuesta imaginar que el núcleo del planeta Tierra es un magma de fuego hirviente, una densa sopa en ignición, un infierno literal y científico, aunque esta sea la realidad desde el primer día. A parte de erupciones volcánicas y terremotos ocasionales, genera el fenómeno más amable de las surgencias de aguas termales. Por suerte, el diámetro de la Tierra es de 12.742 km y la corteza epidérmica del planeta tiene un grosor de 12 a 80 km. 
Todas las aguas termales pertenecen al ciclo hidrológico normal, son fruto de la lluvia y el deshielo que se filtran bajo tierra. Las fuentes más habituales de agua fresca se originan en la capa freática superficial, en cambio las aguas termales provienen de la entraña más honda, más cercana al magma candente a través de fallas, pliegues y fracturas tectónicas de aquel infierno literal y científico, del que conservan el aroma de azufre. Son aguas más vividas, más ricas en elementos minerales y propiedades curativas. 
La práctica totalidad de fuentes termales se encuentran hoy en el interior de establecimientos hoteleros, dotados con la grandeza que se compra. En Dorres puede parecer que los 5 € de la entrada simbólica de la concesión municipal ofrece un servicio rústico, cuando en realidad facilita la sofisticación máxima, espontánea, integral.
Hasta 1991 se accedía sin ningún ticket de entrada, las 24 horas del día y de la noche, in puribus naturalibus. La leyenda acentúa el protagonismo de los esquiadores y de los más trasnochadores de Nochevieja, pero las leyendas siempre son un abuso de la pura y nada simple realidad. 
Reconozco la utilidad de la reforma de 1991, con área de estacionamiento para los coches, vestuarios, pavimento, barandillas.... No me duelen los 5 € de la entrada, es un precio más que razonable. Sin embargo yo conocí el lugar antes de todo eso, inmerso en una libertad conmovida y despojada, dominado por el instante de emoción de los grandes descubrimientos. 
Gracias a Helena Febrés Fraylich por la foto, y por estar.

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