5 dic 2017

La poesía resulta vital, aunque se vea completamente arrinconada

Antoni Clapés lleva cerca de treinta años dirigiendo la editorial catalana de poesía Café Central. El pasado domingo manifestó a la prensa su comprobación: los libros de este género disponen en Catalunya de un núcleo estable de unos 300 lectores, ampliable en algunos momentos según el autor de cada volumen. Más que alarmante, se trata de un balance directamente catastrófico. El mismo domingo el concierto de Elton John en el Palau Sant Jordi barcelonés vendió 15.000 entradas. La poesía nunca ha sido un vicio solitario de cuatro estetas, sino una materia básica de la vida colectiva, un arte de primera necesidad, una expresión de vitalidad ciudadana. Cuando se celebra cada año la Semana de Poesía de Barcelona, con un programa de actos públicos montados con un presupuesto recortado, son los únicos días en que el género recupera temporalmente el lugar que le corresponde y ocupa las
plazas para demostrarlo en vivo y en directo. Los únicos días de normalidad, aunque sea una normalidad excepcional, si se me permite la paradoja.
Llego a pensar que si el presupuesto público de la Semana de Poesía de Barcelona se viese limitado hasta programar un solo poeta, un solo día en un solo lugar de la ciudad, seguiría representando una iniciativa indispensable. Sin poesía no habría vida ni habría ciudad. 
El balance establecido por la voz experimentada de Antoni Clapés resulta de una crudeza indigna de un país instruido. Muy a menudo es preciso recurrir a la poesía si se quiere entender algo importante de la vida y del mundo.

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