7 mar 2018

Mañana se cumplen cien años del arranque literario de “El cuaderno gris”

La primera frase de algunos libros se han convertido para muchos lectores en un auténtico detonador, igual que las primeras notas de algunas sinfonías evocan con claridad inmediata lo que vendrá. Es el caso de arranques célebres como: “Llamadme Ismael” (Moby Dick), “Durante mucho tiempo me acosté temprano” (En búsqueda del tiempo perdido), “Todas las familias felices se parecen, cada familia infeliz lo es a su modo” (Ana Karenina) o “Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía había de recordar aquella tarde remota en que su padre lo llevó a conocer el hielo” (Cien años de soledad). Hay
otra de la que mañana se cumple el centenario. Dice concretamente: “1918, 8 de marzo. Dado que hay tanta gripe, han debido clausurar la Universidad”. Es el arranque aparentemente gris del dietario El cuaderno gris, de Josep Pla, el día en que cumplía 21 años.
El número 1 que lleva en su Obra Completa no es únicamente ordinal, también cardinal, de preeminencia dentro de su torrencial producción. Desde la primera inmersión profesional en el periodismo y la literatura en 1920, Pla se lanzó a una activa reflexión sobre el estilo, el oficio de escribir, la actitud del escritor.
Optó, a contracorriente de la tendencia dominante entonces, por un proyecto alternativo al ruralismo modernista y al preciosismo noucentista. Se decantó por una prosa radicalmente antiretórica, de una laboriosa sencillez forma a fin de abrir el paquete, diseccionar el envoltorio de las cosas, exfoliarlas de la piel muerta, alcanzar la concisa formulación de una construcción compleja, perfilar el retrato de una psicología interrogante, caligrafiar los rizos de un paisaje hasta convertirlo en una experiencia táctil, la revelación de un instante, la síntesis visual de los maquillajes naturales y los corrompidos.
Con aquel arranque emprendía el reto balzaciano de componer en prosa periodística, en lugar de hacerlo a través de la novela, la Comedia humana de su país y su siglo. Un retablo, un inventario de la época desde una perspectiva cotidiana, con un léxico despojado, una coloración gris y un tono deliberadamente menor, un punto de vista independiente y crítico, inclinado al cinismo y la mordacidad, capaz de destilar uno de los edificios más importantes de la literatura catalana y castellana del momento. 
En el prólogo de su primer libro, Coses vistes, ya expuso con contundencia el programa que seguiría toda la vida: “La literatura denominada noble, altisonante, meramente retórica y formal, vacía por dentro, basada en las habilidades del estilo, en los juegos de palabras, ha sido universalmente abandonada. El escritor busca hoy la realidad, la maravillosa, enorme, misteriosa realidad que nos rodea y a la que damos vueltas, y tan solo es aceptada como verdadera aquella literatura que parte de lo real y busca en ello la emoción entrañable”.
En 1991 El cuaderno gris fue objeto de un revelador estudio de Lluís Bonada, reeditado en varias ocasiones. En 2004 el profesor Xavier Pla editó el facsímil del cuaderno gris originario, las libretas de anotaciones de juventud. En 2012 apareció, finalmente, la versión corregida de erratas de edición, a cargo del profesor Narcís Garolera. 
Del arranque literario de todo eso mañana se cumplen cien años.

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