5 abr 2018

La historia la hizo igual – o más-- el amor que la guerra

Durante largo tiempo nos han explicado la historia como una encadenamiento de batallas y reyes. Esa media verdad oculta la otra media: junto al protagonismo de los monarcas estuvo el de la mayoría social y entre cada batalla también se produjeron esfuerzos de paz, más importantes y fructíferos que las guerras. Es preciso adoptar una nueva mirada histórica a través de los períodos de paz cooperativa, del mismo modo que últimamente se ha reinterpretado a través de la vida privada de cada época, de la mirada de las mujeres, de las emociones, etc. (se acaba de publicar en Francia el tercer volumen de la Histoire des émotions, dirigida por
Alain Corbin). Dos libros recientes ilustran la nueva visión. En El extraño orden de las cosas el neurocientífico Antonio Damásio, director del Instituto del Cerebro y la Creatividad de la Universidad Southern de California, expone que los sentimientos cooperativos se hallan en la raíz de la civilización desde el primer momento del origen bacteriológico de la vida hace 4.000 millones de años.
Después de publicar en 1994 El error de Descartes sobre la separación de racionalidad y emoción, ahora Damásio añade: “Cuando la gente dice que la ciencia, el progreso y la razón arreglarán el mundo se equivocan. Necesitarás negociar. Y la negociación precisa afecto. La ira y el miedo son muy rápidos, pero desarrollar la bondad, la benevolencia, la compasión requiere reacciones más lentas. Si vamos hacia reacciones instintivas, los riesgos son altos de manipulación de las democracias”. 
El segundo libro de línea coincidente, aun no traducido aquí, es el de los biólogos Pablo Servigne y Gauthier Chapelle L'Entraide. L'autre loi de la jungle (La ayuda mutua. La otra ley de la jungla). Despliega los conocimientos científicos de los últimos años que contradicen la teoría neoliberal de la nueva derecha sobre la ley del más fuerte como norma de conducta natural. 
“Sería absurdo negar que la competición existe en la naturaleza –declaran los autores. Pero también sería absurdo negar que la ayuda mutua juega un papel fundamental. Esa es la apuesta del libro. No decimos que la ayuda mutua sea un remedio absoluto. También se puede cooperar para hacer la guerra o masacrar al pueblo vecino. Lo importante es convertirnos en expertos en cooperación, encontrar de nuevo el uso de nuestra segunda pierna”.
Ambos libros me han llevado a recordar la frase más repetida de Stephen Hawking en los artículos publicados a raíz de su muerte. Tras toda una vida dedicada a desentrañar las leyes del cosmos, el científico más reconocido de nuestra época después de Albert Einstein concluía: “El universo no sería gran cosa si no fuese el hogar de la gente que amas”.

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