20 may 2019

Aun topamos, pese al progreso, con la pared ciega de la muerte

Los progresos de los conocimientos científicos sobre la evolución de la vida biológica en el planeta Terra siguen topando con un muro ciego: por qué el ser humano, el más estudiado de todos, muere con tanta facilidad, por qué su fecha de caducidad es tan corta e implacable. La medicina moderna ha prolongado la esperanza de vida, aunque siga siendo ridículamente corta en comparación con otras especies menos complejas y más resistentes. Todas se desintegran y mueren en algún momento, pero con regularidad muy diferente. Los botánicos se asombran, por ejemplo, ante los miles de años que puede alcanzar una misma planta de liquen (asociación
de hongo y algas), adherida a la roca pelada en las condiciones climáticas más adversas y pobres (los hongos segregan ácidos que han disuelto en la superficie de la roca y liberan minerales que convierten en alimento). El liquen ha desarrollado una estrategia de supervivencia infinitamente más simple y lograda que los humanos.
Charles Darwin escribió en El orígen de las especies que nuestro planeta contiene “infinidad de cosas bellísimas”. Pero el biólogo John Burdon Sanderson Haldane, compatriota suyo de la siguiente generación, matizó: “El universo no es tan solo más extraño de lo que suponemos. Es más extraño de lo que podemos suponer”.
Ramón Bayés, catedrático de Psicología de la Universitat Autònoma de Barcelona, apuntó en uno de sus libros: “”El proceso de morir es el gran continente que queda por descubrir”. El actor Carles Flavià no solo dejó a su público una esquela de redactado singular, también unas notas de los últimos días en que dijo con estilo reconocido: “¡La manía que tiene la gente de no querer morir! ¿Tan bien se lo pasa, la gente?”.
La literatura ha prestado ayuda en muchas ocasiones a la ciencia, de modo que hasta hoy nadie ha superado las palabras que William Shakespeare hace pronunciar al personaje de Próspero en La tempestad: "Estamos hechos de la misma materia que los sueños y nuestra corta vida culmina con un sueño”.
Después de eso, a ciencia sigue corriendo a la zaga. (Foto Quim Curbet)

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