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28 mar 2020

La viña llora estos días, pero lo hace por la alegría de renacer

No soy un experto en cultivo de viñas, mi única especialidad es mirarlas y remirarlas con un infinito amor, vaya donde vaya. Para mi encarnan uno de los milagros más antiguos de la biología en general y del ingenio humano en particular. Siempre pienso que mientras haya viña hay esperanza. Me comentan estos días por teléfono que las cepas ya han brotado, de forma bastante avanzada por el invierno cálido que hemos tenido. Algunos sarmientos podados en invierno exudan ahora, durante los momentos previos al rebrote, una gota de savia en la superficie neta del corte. Se denomina el lloro de la viña. Cuando veía en esta época
del año las viñas podadas, rapadas al cero de los sarmientos despeinados que dejó la última vendimia, me acercaba a ellas e inclinaba la mirada para observar cómo supuran por la herida una lágrima que no sabe a dónde va, pero que representa una reacción vital de la fragorosa actividad interior de la cepa. A veces también se llora de alegría. Los sarmientos podados de la viña lo hacen porque comienzan una nueva añada.
Esta lágrima será precisamente el elemento cicatrizante, la prenda del rebrote, de modo que la amputación marca el inicio del nuevo ciclo, la regeneración, el despertar de la letargia. La viña vive intensamente todo el año, sin interrupción. Aunque en invierno no lo parezca, las cepas no están exhaustas, ni siquiera dormidas. La mutilación de la poda rejuvenece la planta, asegura el primer paso de la cosecha siguiente, se convierte en un rito de adolescencia.
La viña es por naturaleza una liana enredadera que el viticultor obliga a no dispersarse. De la poda depende la próxima vendimia. La cepa tal vez no lo entienda y la savia tampoco, por eso sueltan una lágrima que de hecho anuncia la disposición a rebrotar y demuestra la vena combativa del estado vegetativo. Cuando me acerco a las cepas a mirar la lágrima, pienso en los versos de Miguel Hernández:

Retoñarán aladas de savia sin otoño
reliquias de mi cuerpo
que pierdo en cada esquina.
Porque soy como el árbol talado,
que retoño:
porque aún tengo la vida.

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