A las siete de la mañana en punto la bahía de Roses programa cada día un espectáculo, si los ojos despiertos se dejan fascinar por alguna imagen que provenga del escenario natural y no exclusivamente de una pantallita. En ese instante preciso zarpan del puerto, todas a la vez, catorce embarcaciones de pesca hacia los caladores situados a veinte millas. Sobre la superficie del mar, en la perfecta curva de la bahía recién despertada por los rayos oblicuos del sol naciente, forman una comitiva principesca con la nobleza heráldica del viejo oficio de la pesca. Sus motores tosen menos que antes y el espectáculo se desarrolla casi en silencio. Si la mar es plana o suavemente rizada, dibujan en el agua unos surcos
uniformes que parecen caligrafiarla. La hora solitaria del día, fresca y ávida de nuevas percepciones, favorece la fascinación de la mirada desde los balcones de chalets y hoteles de primera línea.
uniformes que parecen caligrafiarla. La hora solitaria del día, fresca y ávida de nuevas percepciones, favorece la fascinación de la mirada desde los balcones de chalets y hoteles de primera línea.
En el puerto de Roses trabajan menos barcas que antes y logran menos capturas, pero los restaurantes pagan bien. Disponen de motores más potentes para alcanzar cada mañana los caladores y regresar por la tarde a puerto, así como sondas de sonar para localizar con mayor facilidad las capturas deseadas a profundidades más importantes.
La veda que algunos años se ha implantado entre el 1 de febrero y el 1 de marzo ha causado una cierta sobrepoblación de atún. Ahora el problema es que la abundancia de atunes se come a los peces azules más pequeños (anchoas, sardinas, jureles). A pesar de todo el único problema de suministro de pescado se produce cuando las barcas no salen por culpa de ocho días seguidos de viento fuerte. De este modo la veda ya no es necesaria, se encarga de vez en cuando la tramontana.
Las que van a la gamba están autorizadas a zarpar antes, porque tienen más millas de camino. Lo hacen a partir de las dos de la madrugada, mientras las demás esperan hasta las siete. Todas regresan a las cinco de la tarde para la subasta en la lonja. La subsistencia de la pesca de proximidad es uno de los privilegios de la dieta mediterránea que no siempre valoramos lo suficiente.
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