El gran escritor inglés de viajes Bruce Chatwin no dejó nunca de rodar, pero tenia el domicilio más o menos estable en la casa rural llamada Homer End, cerca de Oxford, en el Devonshire. En Catalunya ha surgido otro Homer End en el pequeño municipio de Esponellà (400 habitantes, comarca del Pla de l’Estany), que incluye núcleos agregados como Centenys y Martís. En el primero de ellos se ha radicado el veterano escritor de viajes y novelista Xavier Moret con su mujer Teresa Artigas. En el segundo, el ecólogo Ramon Folch con Josepa Bru. La trayectoria profesional de Ramon Folch es de una extensión de novela rusa. De las primeras décadas dejó elocuentes rastros en el libro El vicio de mirar. Acabo de leer con deleite su último trabajo Ambient, territori i paisatge, escrito a cuatro manos con Josepa Bru, catedrática de Geografía, cuyo prologo el matrimonio data lógicamente en Martís.
Ayer subí a hacerles la visita para responder a su amabilidad y recordar confluencias incidentales. Conocí a Folch de refilón cuando trabajábamos en la Generalitat tarradelliana, nos reencontramos en alguna ocasión en Buenos Aires cuando los dos íbamos con regularidad, he colaborado en alguno de sus libros.
Se podría pensar que el ecólogo ha querido jubilarse en un entorno rural “ecológico”, pero sería una idea simplista frente de la riqueza conceptual que él despliega sobre la intervención humana en el paisaje. La apertura de compás mental de Ramon Folch resulta tan difícil de resumir como su trayectoria. La última frase del libro El vicio de mirar es la siguiente: “Escribimos porque, en efecto, el paraíso soñado no existe. De ahí la obstinación –y la posibilidad—de construirlo”.
Ayer me acerqué a eso.
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