En un acto celebrado ayer lunes, la sala de juntas de Ayuntamiento de Monells (actualmente agregado con Cruïlles y Sant Sadurní de l’Heura) recibió el nombre del pintor August Puig y el alcalde, Salvi Casas, tuvo la gentileza de enmarcar y colgar un artículo mío sobre la estancia de incógnito que realizó Atahualpa Yupanqui en la localidad la Semana Santa de 1978, un capítulo de su biografía que me costó aclarar. Lo reveló él mismo tres años después en una entrevista (Punt Diari, 22-7-1981), sin dar detalles sobre cómo fue a parar hasta allí. El enigma me persiguó desde entonces. Intuía que debió estar relacionado con la llamada República Independiente de Monells, el grupo de
artistas de varias nacionalidades que tenían residencia secundaria, encabezados por el pintor August Puig y su segunda mujer, la sueca Ingrid Hellström.
artistas de varias nacionalidades que tenían residencia secundaria, encabezados por el pintor August Puig y su segunda mujer, la sueca Ingrid Hellström.
Más de tres décadas después pude aclarar, gracias a la colaboración del hijo Pau Puig Scotoni y de Joëlle Lemmens, que Yupanqui llegó a Monells invitado a casa de la amiga argentina Perlita Franco, casada con el artista plástico norteamericano Lawrence “Laurie” Barker, uno de aquellos integrantes de la legendaria e informal República Independiente de Monells. El matrimonio residía en Barcelona desde 1970 y veraneaba en el pueblo ampurdanés.
La amistad de Yupanqui procedía del padre de ella, Juan Carlos Franco Páez, compositor e intérprete nacido en Tucumán en 1898. A partir de 1927 integró a su lado el dúo Chavero-Páez de música folklórica (Chavero era el apellido real que utilizaba el joven que tacto seguido adoptó el nombre artístico de Atahualpa Yupanqui). Escribieron en común el tema “Pa venirte a ver”, mientras que Franco Páez fue autor del instrumental “Imposible”, que yo he escuchado cantar en mi casa a Juan Falú, en la versión recopilada por Andrés Chazarreta.
El músico Juan Carlos Franco Páez era un joven militar destinado a Jujuy. Se convirtió en figura de leyenda al ser designado de oficio como abocado defensor en el consejo de guerra contra el tipógrafo y militante anarquista Severino Di Giovanni, fusilado el 1 de febrero de 1931 en Buenos Aires, en una historia inmortalizada por Osvaldo Bayer en el libro Severino Di Giovanni, el idealista de la violencia (Ed. Galerna, Buenos Aires, 1970) y luego en la obra de teatro de Leonardo Goloboff Aprendiz de hombre, estrenada en 2004 en la capital argentina.
La brillante e inútil defensa jurídica realizada por Franco Páez ante del consejo de guerra le costó la enemistad del ejército y un exilio temporal en Paraguay. A su retorno, rehabilitado, murió repentinamente durante un banquete militar, quizás envenenado. Atahualpa Yupanqui guardó siempre la memoria del compañero de juventud y la relación con sus hijos, entre ellos Perlita Franco, más adelante residente en Barcelona y veraneante en Monells, donde le invitó a pasar las vacaciones de Semana Santa de 1978.
El gran compositor y cantante argentino escribió en Monells un poema que alude a aquellos días, cuyo manuscrito regaló al pintor August Puig. Las fuertes lluvias caídas el Viernes Santo le llevaron a anotar al día siguiente:
Ayer murió Jesucristo y hoy llovió de madrugada.
El mundo eligió Monells para derramar sus lágrimas.
¡Qué brillo sobre los prados! ¡Qué olor a tierra mojada!
Cómo cabalga el silencio por la carretera larga.
Monells de la piedra quieta ¡adiós, que me voy mañana!
No es la única referencia catalana dentro de la trayectoria de Yupanqui. Su primer profesor de música fue, en el pueblo argentino de Pergamino, un cura catalán (algunos biógrafos le llaman Ricardo Rosaenz), quien le enseñó melodías tradicionales catalanas que no olvidó nunca. Ya consagrado mundialmente y residente una parte del año en París, Julio Cortázar entregó a Yupanqui un poema suyo ("El árbol, el río, el hombre") por si deseaba ponerle música.
Ayer murió Jesucristo y hoy llovió de madrugada.
El mundo eligió Monells para derramar sus lágrimas.
¡Qué brillo sobre los prados! ¡Qué olor a tierra mojada!
Cómo cabalga el silencio por la carretera larga.
Monells de la piedra quieta ¡adiós, que me voy mañana!
No es la única referencia catalana dentro de la trayectoria de Yupanqui. Su primer profesor de música fue, en el pueblo argentino de Pergamino, un cura catalán (algunos biógrafos le llaman Ricardo Rosaenz), quien le enseñó melodías tradicionales catalanas que no olvidó nunca. Ya consagrado mundialmente y residente una parte del año en París, Julio Cortázar entregó a Yupanqui un poema suyo ("El árbol, el río, el hombre") por si deseaba ponerle música.
No lo hizo. Prefirió recitarlo en los conciertos, mientras tocaba como fondo instrumental con la guitarra una de aquellas melodías catalanas aprendidas en la infancia. Se trataba concretamente de "El testament d'Amèlia", tal como él mismo explica e interpreta en un vídeo consultable en YouTube. Propuse con insistencia y sin éxito a la populosa colonia de cantantes argentinos residentes en Barcelona que recuperasen en sus actuaciones aquellos versos.
Los miembros de la República Independiente de Monells que le acogieron se fueron disgregando con el paso del tiempo. Hoy en el pueblo se levanta una pequeña escultura de Marcel Martí que recuerda el emplazamiento del taller del pintor August Puig y sus palabras: "El sentido del arte se encuentra en el alma del pueblo".
No prosperó la idea de colocar una placa con los versos que Atahualpa Yupanqui dedicó en 1978 al “Monells de la piedra quieta”. Al menos desde ayer la sala de juntas del Ayuntamiento lleva el nombre del pintor August Puig, incluye una copia de mi artículo sobre la estancia de Yupanqui y los versos que allí escribió.
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