Muchos países tienen una “montaña sagrada” como depósito de antiguas leyendas, elevaciones prominentes de atractivo mítico y real. Aquí, a parte del caso de Montserrat, el macizo del Canigó cumple la función histórica con una elegancia paisajística que ha llevado a compararlo por analogía con el Monte Fuji, la montaña volcánica más alta y simbólica del Japón, salvando todas las distancias necesarias. Al pie del Monte Fuji acaban de inaugurar un moderno museo dedicado a esta montaña, una edificación en forma de cono invertido y presupuesto de construcción de 39 millones de dólares. El Canigó no tiene nada parecido, sin embargo circula desde el mes pasado un “Llamamiento a favor del respeto del Canigó como
emblema del patrimonio natural y cultural catalán y su inscripción en el Patrimonio Mundial de la Humanidad de la UNESCO” que vale como todo un museo, por las verdades monumentales que proclama.
emblema del patrimonio natural y cultural catalán y su inscripción en el Patrimonio Mundial de la Humanidad de la UNESCO” que vale como todo un museo, por las verdades monumentales que proclama.
Arranca del siguiente modo: “Faro del Mediterráneo, cuna de Catalunya, montaña sagrada de los catalanes, el Canigó es una auténtica tierra de excepción. Revela a sus habitantes y visitantes una increíble diversidad y un ‘espíritu del lugar’ fruto de una sutil alquimia milenaria entre el hombre y la naturaleza”.
El problema llega a continuación: “La visión estratégica respetuosa de la naturaleza y de les prácticas populares de montaña no despierta unanimidad. Suscita la oposición de los partidarios incondicionales de un desarrollo basado en la libre circulación motorizada en altitud y la construcción de infraestructuras pesadas que pueden modificar y desfigurar el paisaje de forma irreversible”.
El resto del manifiesto se adivina. La industria turística reacciona contra la prohibición desde el pasado verano de subir en jeep colectivo de alquiler hasta el refugio de Cortalets, (2.195 metros de altitud), desde donde el pico del Canigó (2.785 metros) queda a solo una hora y media o dos a pie. Subían 4.396 vehículos de motor durante los cuatro meses de verano a Cortalets y 30.000 personas al pico del Canigó, dentro de una aglomeración multiplicada año tras año.
Ahora los jeeps de alquiler o los 4x4 particulares deben estacionar a 1.366 metros de altitud y los visitantes que quieran llegar al refugio de Cortalets han de caminar la subida restante durante una hora y media. Se mantiene una servicio más restringido de lanzadora (con reserva previa) entre el estacionamiento y el refugio por parte de las compañías de jeeps.
El macizo se encuentra en territorio francés. La Oficina Nacional de Bosques francesa argumenta que la pista forestal de Vernet al refugio de Cortalets no está preparada para aquel nivel de tránsito. Algunos días de verano alcanzan a ser 500 personas en el pico y es preciso pedir turno para poderse tomar la foto al pie de la cruz metálica. El capítulo sobre el Canigó de mi libro El Pirineu, frontera i porta de Catalunya está ambientado a bordo de uno de esos jeeps de alquiler, vistos como símbolo de una explotación turística cada vez más desmesurada.
El Canigó seguramente no tendrá un moderno museo como el recién dedicado al Monte Fuji, pero de momento sus numerosos amantes firman la petición en la dirección electrónica: manifest.canigo@gmail.com. Desde su lanzamiento el 26 de abril ha reunido 10.018 firmas.
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