Ayer asistí a la concurrida ceremonia de investidura de Josep M. Bricall como doctor honoris causa de la Universitat Ramon Llull, en la sala de actos de la escuela de negocios ESADE. No era la primera investidura honoris causa que recibe el profesor Bricall (la foto adjunta corresponde a la de la Universidad de Bolonia en 2008). Tampoco era la primera de ellas a que he asistido a lo largo de los años. Por eso me sorprendió que la joven Universitat Ramon Llull y la escuela de negocios que integra optasen ayer por mantener el protocolo histórico de esta clase de actos universitarios sin ponerlo al día. En cambio, a raíz de la investidura del profesor Bricall como doctor honoris causa de la Universidad de París-Marne la Vallée el 9 de junio de 1994, pude presenciar una ceremonia moderna sin togas, birretes de flequillo, desfiles procesionales ni himnos de Gaudeamus Igitur. En aquella ocasión, el marco de la sala de actos del castillo deMarne la Vallée era absolutamente versallesco, la organización del acto sobriamente republicana y actual. Lo que no me extrañó nada ayer en ESADE fue escuchar reconocer a los organizadores que era una de las investiduras honoris causa con más público asistente.
Josep M. Bricall fue profesor de Economía en ESADE antes de convertirse en catedrático de la Universitat de Barcelona, rector de 1986 a 1994 y presidente de los rectores de universidad de Europa de 1994 a 1998. Formó parte del gobierno de la Generalitat presidido por Josep Tarradellas, como secretario general de la Presidencia y conseller de Gobernación.
Josep M. Bricall fue profesor de Economía en ESADE antes de convertirse en catedrático de la Universitat de Barcelona, rector de 1986 a 1994 y presidente de los rectores de universidad de Europa de 1994 a 1998. Formó parte del gobierno de la Generalitat presidido por Josep Tarradellas, como secretario general de la Presidencia y conseller de Gobernación.
En el acto académico de ayer también topé con la consolidada y mal entendida costumbre de los servicios de protocolo de reservar la mitad delantera de la sala a los invitados que consideran más importantes según su criterio. No hablo de una o dos filas destinadas a autoridades y familiares, sino de mitades de la sala. Representa una falta de respeto para con el resto de asistentes, una costumbre escasamente democrática.
En cualquier caso, a estos actos se suele acudir como expresión presencial de amistad con el protagonista, lo demás resulta relativamente secundario. La expresión presencial quedó ayer populosamente de manifiesto.
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