Me complace encontrarme a los vecinos de escalera e intercambiar unas palabras, generalmente sobre el tiempo que hace aquel día. Puede parecer repetitivo y banal, a mi no me lo parece para nada. Catalunya suma 300 días de sol al año y Holanda solo 80. Es un hecho de primera magnitud en muchos aspectos. Puedo entender que las clemencias e inclemencias meteorológicas resulten más relativas que antaño, cuando no se había generalizado la refrigeración ni la calefacción doméstica. Sin embargo hablar del tiempo sigue sin parecerme trivial. No se vive igual un día de bochorno o de chaparones que otro de clima temperado y amable. La parte de la calidad de vida que proporciona el confort climático también se paga con dinero, por ejemplo en la factura de electricidad y de
gas. El confort climático no depende solo del clima. En el interior de las viviendas desfavorecidas de los países cálidos se puede pasar mucho frío en invierno y en las de los países gélidos acomodados vivirlo en mangas de camisa.
gas. El confort climático no depende solo del clima. En el interior de las viviendas desfavorecidas de los países cálidos se puede pasar mucho frío en invierno y en las de los países gélidos acomodados vivirlo en mangas de camisa.
El clima es una cuestión localista y caprichosa, con sensibles diferencias entre lugares situados a escasos kilómetros de distancia. Intervienen múltioples factores, por lo tanto es natural que surja espontáneamente en la conversación. Incluso diría que saber hablar del clima de cada momento también es una muestra de cultura, capacidad de observación y sentido común.
Acabo de releer un corto y revelador diálogo de En busca del tiempo perdido, en el volumen Del lado de Swan, entre el padre del narrador Marcel Proust y el personaje de Bloch:
-- ¿Qué tiempo hace, señor Bloch? ¿Ha llovido? No entiendo nada, el barómetro era excelente.
-- No sé decirle si ha llovido. Vivo tan al margen de las contingencias físicas que mis sentidos no se toman la molestia de notificármelas.
-- Pero, hijo mío, tu amigo es idiota –me dijo mi padre después de que Bloch hubiera marchado. No es capaz de decir el tiempo que hace. ¡Pero si no hay nada más interesante que eso!”.
don Xavier: curioso, iba a poner "saludos don Xavier" y creo que decir eso sería ,en lugar de hola, como despedirme; algo así como good night para los ingleses.
ResponderEliminarAl caso, me gustó lo que relata de lo aburrido que resulta hablar del tiempo y me recordó lo leído en El antropólogo inocente, un libro de un antropólogo inglés en su estudio sobre un poblado camerunés y que estaba sorprendido de que los vecinos al madrugar se saludaban y, no teniendo mucho trabajo que hacer y que desayunar, pasaban horas hablando del tiempo que era siempre el mismo. Un día este investigador, harto de no ver novedades en el cielo, les preguntó que adonde iban a llevar a los animales a pastar y todos se quedaron sorprendidos de su mala educación. Muchas gracias por su relato. Ahora sí, saludos