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21 feb 2020

Considerarse un romántico irreparable debería ser motivo de orgullo

El romanticismo ha causado mucho daño en algunos terrenos, ha prestado el flanco a la manipulación de los sentimientos y la cursilería, aunque en otros aspectos ha representado la sal de la tierra. Yo soy un romántico pertinaz, rebelde, irreparable. Con frecuencia he pecado de ingenuo, pero eso me ha permitido conservar algunas ilusiones ante la decepción. Romántico no es incompatible con racional, más bien resulta complementario y saludable. Ayuda a gestionar las frustraciones y a combatir la pereza. Permite de vez en cuando verter lágrimas de alegría y exhalar suspiros de privilegio. Ser una persona romántica conduce al cielo o al infierno alternativamente, porque también es cierto que las plantas venenosas y la maldad humana existen,
incluso a veces adoptan ambas un aspecto atractivo. El romanticismo puede provocar daños colaterales, la vida también.
A los románticos se nos puede tomar el pelo con mayor facilidad, pero también nos vuelve a crecer con mayor rapidez. Romántico no significa preferir el azúcar de melaza, la purpurina o el licor Baileys, solo  mantener un concepto tolerante sobre la capacidad de regeneración de las cosas y confiar en la nobleza de las causas perdidas, sin ignorar que la primera de ellas es la vida misma.
El romanticismo es una conquista personal y un recurso estratégico, un trabajo de claridad mental y contención ante el éxtasis repentino, de alto voltaje instantáneo. No significa perder el mundo de vista ante la pasión, tan solo valorar el calor sentimental por encima de la frialdad del cristal separativo.
Frente a la falta de escrúpulos de las personas depredadoras, ser un romántico constituye la auténtica opulencia. De entrada es preciso saber maravillarse, creer con cierto entusiasmo, celebrar que el sol y el deseo rebrotan cada día. La historia no es más que el largo camino por conseguir que los intereses generales prevalgan sobre los particulares a fuerza de una ordenación de las cosas un poco más justa que antes. ¿Hay nada más romántico que eso?

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