La crueldad inhumana del recibimiento de la nueva oleada de refugiados procedentes de la guerra de Siria en el campo de concentración de la isla griega de Lesbos y la decisión de cerrarles las fronteras de la Unión Europea recuerda en algunos aspectos lo que nuestro país vivió en carne propia el año 1939 en los campos de concentración de refugiados republicanos de las playas desnudas de Argelés, Saint-Cyprien y Le Barcarès el pleno mes de febrero, sin ninguna instalación de abrigo durante las primeras semanas. Más de 200.000 civiles y 250.000 soldados que se dirigieron aquellos días a la frontera del Pirineo catalán
huyendo del avance de las tropas franquistas la encontraron cerrada. Debieron esperar al raso, tras una retirada a pie que les acababa de poner a prueba. Finalmente, el recibimiento del país de la “”Libertad, Igualdad, Fraternidad” fue gélido, cargado de desdén, degradante para quienes creían entrar en territorio amigo y se vieron tratados como ganado, pese a ser ciudadanos civiles y soldados regulares de un gobierno democrático reconocido por la comunidad internacional. La dureza del recibimiento logró su objetivo: tres cuartas partes de aquellos refugiados ya habían sido empujados a regresar a España a finales de 1939.
La diferencia con los actuales refugiados de la guerra de Siria radica en que esta lleva nueve años prolongándose. De momento ha costado 400.000 muertos y 5 millones de exiliados, de los que la Unión Europea (principalmente Alemania) ha acogido hasta hoy a un millón. No desea aceptar más.
El apoyo militar de Moscú y Teherán al presidente sirio Bashar al-Ásad no ha bastado hasta ahora para que se imponga. Cualquier conflicto en el Próximo Oriente está vinculado a los ricos yacimientos de petróleo que Occidente necesita. En el Oriente mediterráneo las guerras regionales las avivan intereses exteriores, mientras el radicalismo islámico arraiga en el terreno abonado de las humillaciones socioeconómicas. El colonialismo ha devorado los recursos de los países árabes y ha inoculado la corrupción a las elites gobernantes.
Como resultado, el campo más extenso de refugiados sirios en la isla griega de Lesbos hacina en estos momentos a 20.000 personas en condiciones infrahumanas y sin perspectiva de acogida. Tal como ya hizo el gobierno francés de 1939, se trata de empujarles regresar al país de origen, sea cual sea la represión y depuración que les espere. "La historia no se repite, pero rima", dice la frase atribuida a Mark Twain.
No hay comentarios:
Publicar un comentario