Siempre me ha gustado asistir a la première, la gala de apertura del festival internacional de teatro de Aviñón, convocada tradicionalmente a primeros de julio con un montaje de lucimiento en el histórico patio del Palacio de los Papas, que por sí solo ya es una obra de lucimiento. El desplazamiento resulta fácil (Barcelona tiene conexión directa, antes mediante Talgo y ahora AVE), siempre que se haya reservado con suficiente antelación la entrada y el hotel, dado que el festival vende 350.000 entradas durante las cortas semanas de programación en una ciudad de provincias. Este año el festival ha sido cancelado. Más que la obra en cartel,
me gusta comprobar qué papel hi jugará cada vez el mistral. El característico viento provenzal, hermano de la tramontana, ha alterado o bien endulzado, según su intensidad, muchas funciones en este gran escenario veraniego al aire libre. Protagonizó, por ejemplo, el estreno de una nueva versión de la Andròmaca de Eurípides con sus caprichosos resoplos entre las altas paredes del viejo palacio pontificio. Los sonoros remolinos salvaron los últimos e inacabables sesenta minutos del montaje de dos horas y media.
me gusta comprobar qué papel hi jugará cada vez el mistral. El característico viento provenzal, hermano de la tramontana, ha alterado o bien endulzado, según su intensidad, muchas funciones en este gran escenario veraniego al aire libre. Protagonizó, por ejemplo, el estreno de una nueva versión de la Andròmaca de Eurípides con sus caprichosos resoplos entre las altas paredes del viejo palacio pontificio. Los sonoros remolinos salvaron los últimos e inacabables sesenta minutos del montaje de dos horas y media.
La actriz Christine Gagnieux bordó el papel protagonista, sobre todo por una impostación declamatoria muy bien ajustada, mientras que algunos de sus colegas de escenario recitaban Eurípides como si fuese Tennessee Williams. La primera hora y media de función pasaba bien (sin intermedio, claro está, ya que algunos opinan que al teatro no se va a descansar). La última hora de duración habría resultado soporífera para cualquier capacidad de atención mediana, si no hubiese sido por las entradas en escena y los mutis del mistral, también con una impostación de la más clásica sonoridad.
Aquella noche el mistral tuvo una de las interpretaciones más delicadas y juguetonas que le recuerdo en el Palacio de los Papas. Seguir sus rumorosas evoluciones entre la arquitectura gótica del siglo XIV y los andamios de gradas desmontables con 2.200 butacas constituye algunas veces un elemento de pleno derecho del espectáculo. La edición del presente año ha sido cancelada, habrá que esperar al próximo.
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