Cuando alguien hereda el piano de la familia puede hacer tres cosas: prescindir de él, restaurarlo como un mueble o bien hacerlo nacer de nuevo a la vida activa sin necesidad de sacarlo de casa. Ayer viernes asistí al encuentro de amigos con concierto que organiza periódicamente Anna Cuatrecasas Molero en su casa alrededor del piano Clementi renacido, tocado por la excelente pianista Marina Rodríguez Brià, con piezas del compositor y diseñador de pianos Muzio Clementi y su discípula vienesa Marianna Auenbrugger. La anfitriona Anna Cuatrecasas no solo heredó y restauró el piano de la familia. Le ha montado una nueva vida como instrumento en activo, a fuerza de invitar a los amigos a escucharlo y a participar en la Asociación Muzio Clementi de Barcelona, dedicada a promover la
recuperación del compositor y sus instrumentos.
recuperación del compositor y sus instrumentos.
También encargó a la pintora Carme Magem el moderno collage del retrato de Clementi que hoy preside la chimenea del salón (foto adjunta). Ayer éramos una docena larga de invitados, más un equipo de TV3. El programa de mano del concierto estaba escrupulosamente redactado por Joan Josep Gutiérrez Yzquierdo. Era la decimonovena edición del encuentro y en julio se celebrará la siguiente.
Una de las maneras más amables y civilizadas de recibir a los amigos en casa es con un concierto de piano, dentro de aquella antigua tradición salonnarde de la época de la Ilustración francesa del siglo XVIII, el gran momento de los salones literarios parisinos, generalmene organizados en casa de alguna distinguida anfitriona. Aquellos círculos mundanos y al mismo tiempo culturales dieron lugar a nuevas normas de distinción, conversación y debate civil.
Actualmente ya no se filosofa tanto en los salones, todo el mundo prefiere callar ante la audición musical en vivo. Entre cada pieza de ayer se producían algunos comentarios sobre la elegancia vienesa de Mozart, Haydn y Schubert emparentada con lo que acabábamos de escuchar, pero durante la interpretación la inmovilidad absoluta de los asistentes contrastaba con la expresividad vital de la pianista que hacía crepitar incluso los rizos de su poblada melena, vistos y escuchados de muy cerca.
El piano Clementi de Anna Cuatrecasas ya no es una reliquia familiar. Ahora es toda una historia revivida y compartida.
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