Las ideas generales tienen una tendencia engorrosa a ser demasiado generales, por ejemplo la mala imagen de las cosas calificadas de amargas. Se trata de un abusivo sesgo metafórico alimentado por la literatura romántica. La amargura representa uno de los cuatro gustos básicos (dulce, salado, amargo, agrio) y a veces el más delicioso. Este es el caso de los amari italianos, los tradicionales licores amargos. Uno de los motivos de mi adición a Italia como patria sentimental a tiempo parcial es poder entrar en cualquier bar de puertas abiertas a la calle y pedir en el mostrador, sin necesidad de sentarse a la mesa: “Un amaro con ghiaccio, prego”. No preciso la marca, me da igual (de costumbre será un Averna, un Lucano o un Montenegro). Lo suelen servir
en un vaso característico, de media altura, con la base de vidrio macizo.
en un vaso característico, de media altura, con la base de vidrio macizo.
La graduación alcohólica de la ambrosía amarga obliga a llenar menos de medio vaso. El efecto de la bebida sobre la alegría de vivir de mis neuronas es instantáneo, infalible. Pago la consumición, guardo en el bolsillo el scontrino con el precio y el nombre del establecimiento como un pequeño botín de la memoria y retomo el paso por la calle con empuje renovado.
Licores de maceración de hierbas en alcohol o bien destilados los ha habido siempre en todas partes, a partir de ahí comienzan los matices importantes. La inmensa mayoría son dulces o endulzados con añadido de azúcar. Dentro de los amargos, el vermut bitter es el de menor graduación (11 a 25 grados), por ejemplo el Campari, el Gancia, el Cynar, el Aperol, el Suze, o el Amer Picon. Luego vienen los amargos licorosos (25 a 45 grados), como el Fernet Branca, el Averna, el Luzardo o el Jägermeister, entre otros.
La otra posibilidad son los combinados o cócteles, empezando por el glorioso Negroni a base de ginebra, Campari y vermut rojo en proporciones sutiles. La sutileza es un don frágil, de modo que bastardear un negroni se ha convertido en pecado corriente. Por eso: “Un amaro con ghiaccio, prego”.
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