En septiembre pasado publiqué en este blog el artículo “Perpiñán tendrá alcalde de extrema derecha y entonces dará que hablar”. El vaticinio se ha cumplido. En la segunda vuelta de las elecciones municipales de este domingo se ha impuesto Louis Aliot, dirigente del Front National (ahora Rassemblement National) que intenta dejar de ser visto como neofascista para situarse “solo” en la extrema derecha. Tal vez a algún lector le pueda extrañar que en la foto adjunta la bandera catalana figure en los mítines del nuevo alcalde, pero las banderas también pueden ser de extrema derecha, esta inclusive. Por otro lado, no olvido que el primer
lugar público en que yo vi ondear la bandera catalana libremente fue en lo alto del Castillet de Perpiñán a finales de los años 1960, y ahí sigue. La capital de las tierras catalanas de Francia se convierte ahora en la ciudad más poblada del país vecino con alcalde de extrema derecha. Tiene 120.000 habitantes, 450.000 si se suma el área metropolitana que engloba de facto.
lugar público en que yo vi ondear la bandera catalana libremente fue en lo alto del Castillet de Perpiñán a finales de los años 1960, y ahí sigue. La capital de las tierras catalanas de Francia se convierte ahora en la ciudad más poblada del país vecino con alcalde de extrema derecha. Tiene 120.000 habitantes, 450.000 si se suma el área metropolitana que engloba de facto.
El flash de la noticia requiere elementos sociológicos de comprensión que probablemente no aparecerán. Será más fácil limitarse a esquemas simples y colgarle la etiqueta, el estigma de siempre de ciudad soñolienta. En realidad se vive muy confortablemente en Perpiñán, si no se forma parte de la creciente clase trabajadora sin trabajo.
Era la segunda ciudad más poblada de Catalunya, aunque fuese con bastante diferencia de Barcelona, al ser anexionada a Francia en 1659 para convertirse en cul-de-sac de la geografía francesa, una lejana villa de guarnición en los confines del Hexágono. No ha tenido tejido industrial moderno, tan solo vida comercial, agraria y sobre todo rentista.
Trabajé para el diario local L’Indépendant. En 2006 publiqué el libro A tres quarts d’hora de Perpinyà (Edicions 62), cuyo título se refería a la nueva conexión ferroviaria de alta velocidad. A raíz de la edición de aquel libro comprobé una vez más que el interés que ejerce Perpiñán de este lado de la frontera es muy limitado. La frontera más alta de todas es la mental.
El alcalde de Perpiñán fue el conservador Paul Alduy de 1959 a 1993, su hijo Jean-Paul Alduy de 1993 a 2009 y desde entonces el también conservador Jean-Marc Pujol. El Ayuntamiento de Perpiñán es la primera empresa del departamento (provincia) por volumen de empleados. El renovador alcalde Jean-Paul Alduy hizo cuanto pudo para acercarse al dinamismo de Barcelona y Girona, incluso abrió sendas oficinas permanentes en estas ciudades. Nadie le hizo caso y las cerró.
El pasado 29 de febrero más de 100.000 personas de este lado de la frontera acudieron a Perpiñán convocadas por el expresident Carles Puigdemont. El diario digital VilaWeb preguntó la víspera al alcalde saliente Jean-Marc Pujol: “Dicen que el acto de mañana también puede condicionar las elecciones municipales”. Contestó: “No, eso no es cierto, no tendrá ninguna influencia”.
No creo que la haya tenido. El alcalde derrotado postulaba un cuarto mandato a los 72 años, los electores estaban cansados y no han tenido manías en votar al candidato de extrema derecha, de 50 años, quien aspira al cargo desde las municipales del 2008. También es una forma para que se preste un poco de atención a la lejana Perpiñán. Ahora dará que hablar.
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