Antes me gustaba ir a tomar el aperitivo y observar el paso de la gente a la terraza del bar Tre Scalini de Piazza Navona en Roma, la cafetería Jelinek de Viena o el bistrot Les Philosophes de París. Ahora voy al bar del mercado barcelonés del barrio de Fort Pienc con la misma ilusión y la expectativa intacta. No tiene el mismo glamur, aunque eso, además de irrelevante, representa una ventaja (el glamur no suele ser más que un reclamo de bobos adinerados). En la terraza del bar del mercado de Fort Pienc la copa de cava la sirven al precio imbatible de 2€ y el líquido, fresquito y chispeante, resulta igual de agradable que en los lugares acreditados. Mis amigos presenciales (los que tienen tiempo y ganas para encontrarnos) saben que
mantengo pudorosos sentimientos platónicos hacia la más veterana de las jóvenes camareras de este bar, en el que lleva diez años.
mantengo pudorosos sentimientos platónicos hacia la más veterana de las jóvenes camareras de este bar, en el que lleva diez años.
La actriz americana Anjelica Huston se le parece como dos gotas de agua, con la misma estatura, el porte castigador y la ternura oculta en la segunda capa. Cuando me dice, al servirme la copa de cava “Aquí la tienes, cariño”, siento el mismo calambre que si pasara una noche con la Huston. Algún día nos vacunarán y caerán les mascarillas.
Paladeo la copa de con lentitud y miro pasar a la gente sin más objetivo que levantar el culo de la silla de casa y los ojos de la pantalla del ordenador, convencido de que la silla y la pantalla encogen el plexo solar, hacen agachar la cabeza y plegarme sobre mi mismo hasta que salen ampollas en el cerebro y crujidos en el alma.
Cavilo con la copa en los dedos sobre el esfuerzo continuo frente a las dudas, las excusas de la postergación, la coartada de la página en blanco, la mordida del tiempo y el zarpazo del olvido. Sobre todo miro pasar a la gente con cariño, incluida la amable camarera que se parece como dos gotas de agua a Anjelica Huston.
Cavilo con la copa en los dedos sobre el esfuerzo continuo frente a las dudas, las excusas de la postergación, la coartada de la página en blanco, la mordida del tiempo y el zarpazo del olvido. Sobre todo miro pasar a la gente con cariño, incluida la amable camarera que se parece como dos gotas de agua a Anjelica Huston.
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