Ayer acudimos con el colega Josep Playà Maset i la arquitecta Adela Geli Anticó a hacer una visita intencionada y precisa al pequeño municipio de Lladó, a catorce km de Figueres. La mayoría de visitantes, antes de entrar en alguno de los restaurantes que motivan su desplazamiento, suelen echar un vistazo a la portada románica de la canónica de Santa María y los monumentales ocho plátanos que ennoblecen la plaza mayor con una de las sombras más distinguidas de la comarca. Yo me dirijo a otro ángulo y quedo absorto ante el caserón porticado del que aun me parece que sale el grito espeluznante del pintor Marià Llavanera en el momento de morir el domingo 6 de noviembre de 1917, tal como lo describió el testigo presencial Josep
Pla en el artículo necrológico del diario La Publicitat y en el “Gran Tipo” que dedicó a su amigo.
Pla en el artículo necrológico del diario La Publicitat y en el “Gran Tipo” que dedicó a su amigo.
Marià Llavanera nació, vivió y murió en este caserío, frente a la portada románica del siglo XII. Pese a que el fallecimiento por enfermedad se produjo cuando solo contaba 37 años, era un pintor reconocido que exponía dos veces al año en las Galerías Layetanas de Barcelona. Con el ímpetu dionisíaco que marcaba sus retos, dedicó los últimos dos años a pintar un cuadro excepcional, inspirado en Las bodas de Caná, de Paolo Veronese, que había contemplado en el Louvre.
El original, pintado en 1563 en la basílica veneciana de Santa Giorgio Maggiore, tiene unas medidas monumentales de diez metros de longitud por siete de altura, el de Llavanera cinco metros per dos y medio. Para montar el bastidor y pintarlo derribó paredes del segundo piso de esta casa de Lladó. Antes de acabarlo lo expuso en abril de 1927 en una de sus exposiciones de Barcelona, a la que acudió en silla de ruedas por la enfermedad que siete meses más tarde se lo llevaría.
El cuadro quedó inacabado, plegado como una sábana y olvidado en un desván durante largas décadas, en estado de conservación deplorable. Ochenta años más tarde, la donación familiar al Ayuntamiento de Lladó en 2005 hizo posible la restauración y actualmente luce de forma permanente en la casa consistorial.
Josep Pla reporta que Llavanera “solo tuvo una pasión: las mujeres. Fue un erótico importante, celoso, sombrío (…) Ya le venía de lejos. Las mujeres fueron la obsesión de su familia. En su persona esta pasión familiar alcanzó el cenit y contribuyó seguramente no solo a su prematura extinción, sino a la creación de una situación que imposibilitó la continuidad de la rama masculina de la familia”.
El cura del pueblo que le asistió en su agonía aceptó casarle in articulo mortis con María Guilleumas Daunis, una de las dos hermanas del pueblo vecino de Espinavessa que convivían con él y le servían de modelos. María la Xupeta, como la llamaban en el pueblo, está retratada en el cuadro, con blusa verde. Ayer la miramos de cerca largo rato.
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