3 mar 2012

El vino de Banyuls, el espíritu de un microcosmos

Antes de ser un vino, el Banyuls es un territorio milenario y una cultura empedernida, probablemente la más antigua de este extremo del Mediterráneo. La antigüedad salta a la vista ante la miniatura de paisaje "griego" de los cuatro municipios sobre lo que se extiende la apelación: Cerbère, Banyuls, Port Vendres y Colliure. El dibujo de los 6.000 kilómetros de viejos bancales de piedra seca, los muretes de pizarra y las escorrentías empedradas en pie de gallo se encaraman por las pendientes más inhóspitas para
aprovechar la magra capa de tierra áspera, a menudo recuperada a mano de la erosión de la lluvia, cesto a cesto o bien a lomo de mula.
El deseo de futuro también salta a la vista ante la nueva bodega del Grupo Interproductor Colliure-Banyuls (CICB), construida con una inversión de 12 millones de euros (40 % de subvención pública) para incorporar las nuevas tecnologías a una producción de 23.000 hectolitros anuales, divididos por mitades entre vino dulce natural y vino seco convencional. Se trata de una cooperativa atípica de 750 viticultores, que posee la primera red de Europa de 300 vendedores a dedicación exclusiva para la venta domiciliaria en toda Francia del 70 % de su producción de vino de Banyuls, con 340.000 clientes registrados.
Estos vinos de aperitivo o de postre equivalen a los portos, málagas, garnachas y mistelas. El fruto de este viñedo de mal andar i enorme belleza facilita una sedosidad incomparable al paladar, unos vinos de antología. Es el paisaje meditativo de las "viñas verdes a orillas del mar". En el confín del primer país productor de vino del mundo, Banyuls se alza como un microcosmos sobrevivido.



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