14 oct 2016

El Parador de Aiguablava, una vengativa cacicada franquista

Paseo siempre que puedo por los alrededores del Parador de Aiguablava, en el mar de Begur. El cúbico armatoste blanco, diseñado por el arquitecto Raimon Duran Reynals, siempre me ha parecido una excrecencia fuera de lugar, concebida para darle una coz a este paisaje. La construcción de un Parador Nacional en plena Costa Brava, dotada de infraestructuras hoteleras privadas más que suficientes, fue idea de un franquista inflamado: el director general de Turismo Luis Bolín, quien ocupó el cargo de 1938 a 1952, en agradecimiento por los servicios prestados durante la Guerra Civil. Cuando residía en Londres como corresponsal del diario ABC, fue la persona alquiló el avión privado Dragon Rapide con el que
el general Franco viajó de Marruecos y las Canarias hasta la Península para dirigir el conflicto que acababa de provocar.
En la postguerra, la idea de Bolín de construir un Parador Nacional en Aiguablava representó en sus planes un bofetón de revancha, un gesto de corte de mangas contra los dos principales propietarios del lugar, vinculados a la Lliga Catalanista: Joan Ventosa Calvell y Xiquet Sabater, responsable del Hotel Aiguablava en la misma cala. 
El Parador fue inaugurado por el ministro Fraga Iribarne el 24 de enero de 1966, tras una inversión pública de 47 millones de pesetas para construir el hotel de 40 habitaciones y sus instalaciones en un punto privilegiado. Hasta entonces la creación de Paradores se había especializado en edificios históricos fuera de los circuitos turísticos mayoritarios. La red de establecimientos es de gestión estatal y no ha sido traspasada a las comunidades autónomas.
El de Aiguablava fue una excepción y lo sigue siendo.  Actualmente tiene 78 habitaciones y la sociedad estatal de los Paradores acaba de anunciar que destinará 10,4 millones de euros a ponerlo al día, mediante obras que se prolongarán durante un año. 
Cuando bajo a la cala de Aiguablava, a veces entro en el Parador. Las mañanas de lluvia como hoy, por ejemplo, se puede leer el diario en los confortables salones con vistas, en una paz virgiliana si es fuera del pico de la temporada. En general prefiero dirigirme al otro extremo de la cala y subir la pequeña escalera de ladrillo, anónima y desconchada, cuya precariedad no parece augurar nada extraordinario. Es una falsa impresión. 
Los humildes peldaños conducen a uno de los caminos de ronda más afortunado, más grandioso en su estrechez, más seductor en su simplicidad, más generoso en su espontaneidad, más rendido a la gloria de un pequeño paisaje de excepción. Llevo décadas recorriéndolo con emoción creciente, sin nada de nostalgia por las épocas en que mis piernas y mis pulmones me permitían completarlo en la mitad de tiempo. 
La recóndita grandeza de este sendero litoral se mantiene intacta, frente por frente del arrogante Parador. Serpentea atrevidamente el acantilado y conduce a través de sus desniveles al reducido Port d’Esclanyà, al Port d’en Malaret, al Port de Ses Orats i al de Fornells, este último casi totalmente urbanizado por los apartamentos escalonados del Hotel Aiguablava y demás chalets. Cuando aun no estaban, el pintor Francesc Gimeno se retiró aquí una temporada en 1917 y Josep Pla en 1939. 
El nombre de la cala de Aiguablava ya lo dice casi todo, aunque no precise que el color turquesa de sus aguas exalta el del cielo, que transparenta el fondo marino como en ningún otro lugar y que resulta imposible contemplarlo igual en ninguna otra parte del mundo. El azul de Aiguablava es una categoría propia de la gamma de colores, como el azul de los frescos de Giotto en la Capilla de la Arena de Padua o el azul de los cuadros “fauves” de Matisse. El azul de Aiguablava, que he contemplado largas horas durante las distintas estaciones del año, late con la declinación cambiante del paso de los días.
La lámina ondulante  del azul de Aiguablava también refleja el cúbico mamotreto blanco del Parador.

3 comentarios:

  1. Interessant Xavier! Les boniques frases que has construït delaten la teva passió pel lloc!
    En Duran Reynals...l'asil de Castelló porta el seu nom. En saps més?

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  2. Molt bona la evocació artística a Giotto entre d’altres. Mostra d’una bona cultura.
    Altra cosa és el juici arquitectònic associat a les ideologies polítiques...
    Le Corbusier per exemple era el que era ideològicament i fou un gran arquitecte.
    El fet és que el racionalisme és racionalisme.
    El juici arquitectònic crec que l’ha de fer sempre un arquitecte -i diria més, un arquitecte amb com a mínim inquietuds i fons històriques- al marge de les sensacions dels camins de ronda que seran sempre -i obviament- subjectives...
    Cordialment...

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