Josep Pla creía citar textualmente a Montaigne cuando repetía, con frecuencia y de memoria, aquella sentencia que le deslumbraba: “La vie est ondoyante” (ondulante). Lo hacía, per ejemplo en la página 282 del dietario de vejez Notes del capvesprol: “En alguna ocasión recuerdo que monsieur de Montaigne, que no vivió a demasiados kilómetros de donde yo vivo [de Palafrugell a Burdeos hay 500 km], escribió: La vie est ondoyante. Es una frase escrita el siglo XVII [en realidad el siglo XVI, Montaigne vivió de 1533 a 1592]: nadie había escrito nunca algo parecido. Es la observación más
ajustada que se haya escrito contra el fanatismo, la incomprensión, el dogmatismo cada vez más dominante”.
ajustada que se haya escrito contra el fanatismo, la incomprensión, el dogmatismo cada vez más dominante”.
En realidad Pla citó mal toda su vida la sentencia predilecta de Montaigne. El autor francés no aludía a la vida. Se refería al hombre, y dijo concretamente: “Certes, c’est un sujet merveilleusement vain, divers et ondoyant que l’homme. Il est malaisé d’y fonder jugement constant et uniforme”.
Es decir: “El hombre es sin duda un tema maravillosamente inútil, diverso y ondulante. Resulta complicado fundamentar juicio constante y uniforme en él”.
El error persistente de Pla en la cita de Montaigne puede considerarse venial, de matiz. Sin embargo el famoso calificativo ondulante no es lo mismo aplicado a la vida o bien al hombre.
La amplia lectura y la agudeza perceptiva de Pla se resarcían con facilidad cuando, en otra página del mismo libro, reconocía: “Generalizar es muy difícil y delicado, incluso en aquellos países en que la gente es dada hasta la más ligera y escandalosa frivolidad. Montaigne, ciertamente, generaliza, pero lo hace hasta donde le permite su corrección –donde puede llegar. Es un observador ondulante, como lo es la realidad y la vida”.
Acabamos de ver que no. Lo ondulante según Montaigne no es la realidad ni la vida, sino el hombre. Ambos generalizaban hasta donde les permitía su corrección, a 500 km y cuatro siglos de distancia, unidos por una ansia expresiva similar, a chorro.
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