El escultor rosellonés Arístides Maillol modeló e impuso una nueva estatuaria monumental en el preciso instante en que el arte moderno comenzaba a "deconstruirla". De aquel modo acabó por ser reconocido en todo el mundo como el gran renovador de la escultura del siglo XX, gracias a sus desnudos femeninos agraciados con el don de la monumentalidad. La vida acaba siempre por imitar al arte y hoy identificamos con Maillol a una determinada silueta de mujer. Ha influido que sus obras se hayan visto consagradas en un museo del más alto prestigio: veinte de las piezas monumentales maillolianas –casi toda su producción— se hallan instaladas de forma permanente al aire libre en los céntricos jardines parisinos de las Tullerías, uno de los puntos más visitados del mundo, de donde procede esta foto. Su segundo museo, igual o más bello que las Tullerías, está en el pequeño valle litoral de Banyuls, donde el escultor siempre vivió la otra mitad del año, junto con
París, para observar, inspirarse y crear. En las Tullerías se contemplan sus obras, en Banyuls sus motivos. Son dos bellezas distintas, como aquellas dos mitades del año. Nunca hubiera encajado la una sin la otra, representan los dos polos de una misma búsqueda.
París, para observar, inspirarse y crear. En las Tullerías se contemplan sus obras, en Banyuls sus motivos. Son dos bellezas distintas, como aquellas dos mitades del año. Nunca hubiera encajado la una sin la otra, representan los dos polos de una misma búsqueda.
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