El erotismo es un género fantasioso por naturaleza, marcado por las preferencias personales, sin ninguna necesidad de objetividad ni de consenso. Ahora bien, uno de los símbolos eróticos que reúne mayor unanimidad debe ser el campanario de Colliure. Su apariencia fálica salta a la vista y resulta difícilmente discutible. No deriva de ninguna interpretación, es sencillamente así. Constituye uno de los pocos campanarios del mundo plantado literalmente en el mar, a orillas de la playa, por su origen de torre de vigilancia marinera. Más tarde fue unido a la iglesia y coronado con la cúpula rosada que le daría el aspecto tan evidente hoy.
He nadado alrededor de su base, he pasado horas contemplándolo, he sentido el deseo de regresar bajo el radio de acción que preside y he procurado satisfacerlo. He visto y leído múltiples interpretaciones, generalmente por debajo del acierto del original. Los artistas se han regocijado con él y han montado exposiciones monográficas. El escenario de
Coliure tiene reputación universal desde que Matisse alumbró aquí el fauvismo en 1904. En una ocasión la polémica opuso el joven pintor Michel Goday al ayuntamiento de la localidad, por el erotismo que consideraban demasiado explícito de los cuadros sobre el campanario que el artista ponía en venta en verano a la sombra del original.
El libro de Marc-Andreu Figueres Teoría erótica del campanario de Colliure es un fragmento de su tesis doctoral en historia del arte. Las numerosas interpretaciones del campanario de Colliure lo han tenido siempre difícil ante la simplicidad tan agraciada del hecho real.
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