El arquitecto carioca Oscar Niemeyer, reconocido mundialmente como el maestro y el poeta de la curva, lo relacionaba con las curvas corporales de las mujeres de su país. Sus memorias se titulan As curvas do tempo. A los cien años de edad todavía mantenía el estudio de arquitectura abierto en Rio de Janeiro, junto a sus hijos, nietos y asociados, con los ventanales asomados a la playa de Copacabana. A los 96 años enviudó y se volvió a casar con la secretaria. Y repetía: "Cada vez que sueño una curva, pienso inmediatamente en una mujer. La mujer es sin duda alguna la mayor de las arquitecturas. No me atrae la línea recta, dura, inflexible, creada artificialmente por el hombre. Lo que
me fascina es la sensualidad y la libertad que ofrece la curva. No es fácil dibujarla, darle espontaneidad. Mi país está lleno de curvas. En las montañas, las sinuosidades de los ríos, las nubes del cielo, las olas del mar, las mujeres. El universo está hecho de curvas".
me fascina es la sensualidad y la libertad que ofrece la curva. No es fácil dibujarla, darle espontaneidad. Mi país está lleno de curvas. En las montañas, las sinuosidades de los ríos, las nubes del cielo, las olas del mar, las mujeres. El universo está hecho de curvas".
Bajo los ventanales de su céntrico estudio de arquitectura, en la décima y última planta del edificio Ypiranga del nro. 3940 de la Avenida Atlántica, en el Calçadado de Copacanaba, lo comprobé perfectamente mirando pasar el mundo. Acaba de morir, a sus curvilíneos 104 años.
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