El reto más arduo de la literatura descriptiva es algo tan aparentemente sencillo como describir un estornudo de forma comprensible, ajustada a la realidad y rica de todos sus matices. Si queremos poetizarlo un poco, podemos cambiar el estornudo por un orgasmo, de connotaciones más amplias y fáciles de convertir en literatura. Pero el principio es el mismo, la dificultad de describir con acierto hechos o situaciones que todo el mundo vive, ve o se imagina en detalle sin ninguna dificultad. Josep Pla practicó desde jovencito el descripitivismo literario como una categoría --los apuntes con papel y lápiz sobre lo que veía--, y sentenció después de darle muchas vueltas que
observar es más difícil que pensar, opinar que describir, creer que aprender, en vista de lo cual todo el mundo opina. Lo decía dentro de la literatura convencional y por lo tanto precisaba de vez en cuando echar algo de lubricante para dar a la página más amenidad. Vestía el principio básico y, sin abandonar la misma línea, añadía en otras ocasiones que el principal reto de la literatura de viajes ha sido siempre describir la gamma cromática de colores carnales de los estucados de las fachadas del centro histórico barroco de Roma, aunque probablemente lo lograra más el coetáneo –por no decir rival-- Josep M. de Sagarra en sus Memorias.
observar es más difícil que pensar, opinar que describir, creer que aprender, en vista de lo cual todo el mundo opina. Lo decía dentro de la literatura convencional y por lo tanto precisaba de vez en cuando echar algo de lubricante para dar a la página más amenidad. Vestía el principio básico y, sin abandonar la misma línea, añadía en otras ocasiones que el principal reto de la literatura de viajes ha sido siempre describir la gamma cromática de colores carnales de los estucados de las fachadas del centro histórico barroco de Roma, aunque probablemente lo lograra más el coetáneo –por no decir rival-- Josep M. de Sagarra en sus Memorias.
Al cabo de pocos años alguien calificó la moda francesa del nouveau roman con otra sentencia destinada a durar: “Es el esfuerzo de describir un banquete desde el punto de vista de un tenedor”. En definitiva, seguimos en el mismo sitio: el reto culminante de escribir es describir. Me ha llevado a recordarlo --y a anotarlo aquí a vuelateclado— el artículo de ayer en “La Vanguardia” de Joan-Pere Viladecans, titulado “La tos y el estornudo”. Intenta nuevamente culminar aquel reto literario inalcanzado de la descripción, con un coraje y una finura que le honran. Lo pone sobre la mesa y ahí lo deja, tal como estaba desde hace tiempo. Igual com este artículo mío.
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