Cada tercer viernes de julio se suele celebrar la pequeña cantada de habaneras del puerto de Fornells (Begur), cuyos directivos prefieren llamar puerto de Aiguablava. La pequeña cantada del puerto de Fornells es una gran cantada. No por el tamaño, sino por la originalidad. Algunos años sube al escenario, como una aparición, el veterano cantor begurense Ricard Balil Forgas, refractario al circuito comercial y depositario de las viejas esencias del género. Yo me desplazo expresamente para saludarle y escucharle, para saborear tan esporádicamente las viejas esencias del género. El pasado año se hizo acompañar en el escenario por su mujer Isabel Muiños y su hijo menor
Ricard Balil Muiños, quienes figuran entre los pupilos más directos. El pasado viernes subió con su hija Tania Balil Lozoya, residente en Australia e introductora de la habanera en aquel continente. Interpretaron a dos voces y dos guitarras un repertorio excepcional de treinta viejas habaneras, valsecitos marineros, polcas y baladas, algunas de las cuales constan entre las más hermosas y que ya casi solo conoce él.
Ricard Balil Forgas es hijo de Begur y seguidor de ilustres y olvidados cantores begurenses que trató, en especial Alejandro Ferrer (Tuixa) y Lluís Manera, así como del estilo inolvidable del terceto tamariuense Alejandro Ninyo Hermós. Ricard Balil Forgas es él solito una fundación de investigación, conservación, práctica y difusión de los cantos populares de taberna, reunidos bajo el denominativo de moda de habaneras. Su conocimiento acumulado, su paladar y su ilusión transmisora le han convertido en un caso único. La pequeña cantada del puerto de Fornells es su cátedra pública y por eso adquiere a mis ojos la admiración que me lleva a acudir.
El atractivo del repertorio antiguo que exhibe Balil plantea la pregunta de por qué las habaneras hoy mayoritarias se han alejado tanto del molde. No es una cuestión de la renovación indispensable de repertorios y estilos, sino de preferir ignorar con demasiada frecuencia que el viejo repertorio y el viejo estilo dan mil vueltas a algunos –a muchos—de los actuales. Pero eso hace tiempo que ha dejado de preocupar a un experto como Balil. Él va a su bola, con los suyos. Y quien quiera escuchar más allá de los clichés, que escuche.
El pasado viernes en el puerto de Fornells tuve ocasión de escuchar de nuevo en su voz y la de su hija viejas piezas de lucimiento que llevaba muchos años sin oir: “Las palmeras”, “Cuanto más”, “El negrito Jesús Clemente”, “Tu desdén me mata”, “Bellísima es la luna”, “Rossinyoleta”, “La mulatita”, etc. También mostró respeto hacia los instantes de gracia del repertorio posterior, con la interpretación de “La balada d’en Lucas” (Ortega Monasterio), “El llop de mar” (Ramon Carreras) o “Mariner de terra endins” (Josep Bastons). Para terminar consintió “La bella Lola” con los pañuelos del público flameando, pero no la gastada “El meu avi”.
Concluyó la cantada como antes, con “La marcornadora”. Al día siguiente Ricard y Tania Balil, en su fugaz aparición, quisieron recuperar el escenario genuino, el de la taberna, con una cena en el establecimiento La Bella Lola. Y volvimos a las andadas. ¡Larga vida a la pequeña gran cantada del puerto de Fornells, a La Bella Lola y a la tarea impagable de los Balil!
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