La semana pasada fallecía en Roma, a los 78 años, la bailarina de danza del vientre de origen turco Aïché Nana, inmortalizada por Federico Fellini en la película La dolce vita. El striptease que llevó a cabo sobre una mesa del restaurante Rugantino de la Via Veneto romana el 5 de noviembre de 1958, durante la mundana fiesta social del 25 aniversario de la condesa Olghina de Robilant, primera novia del futuro rey Juan Carlos, pasó a la historia de los paparazzi y fue reinterpretado dos años después por la actriz Nadia Gray en la película felliniana que evocaba aquellos ambientes. No conocí
personalmente a Aïché Nana, pero sí a la condesa Olghina di Robilant. Mientras escribíamos a cuatro manos el libro Roma, passejar i civilitzar-se, Rossend Domènech me llevó a la casa de la dama, en las afueras de la capital, sin explicarme por qué. La condesa nos condujo en su coche a la residencia de otro miembro de la nobleza romana. Participamos en un distendido aunque enigmático almuerzo, junto a uno de los primos italianos del rey Juan Carlos que no paraba de llamarle Juanito. La condesa no se soltaba tanto, pero asentía. La sobremesa resultó larguísima, hasta el atardecer. Ningún elemento de aquella comida sirvió para la redacción en curso de nuestro libro, pese al interés que visiblemente ponía Rossend en el encuentro.
Con el paso de los años empecé a entender un poco, cuando el semanario Oggi divulgó extractos literales de las cartas de amor del año 1957 entre Olghina di Robilant y Juan Carlos de Borbón. Meses más tarde aparecieron más cartas de ambos protagonistas, algunas en tono dolido por parte de la condesa. Sobre las primeras, Rossend Domènech publicó en la prensa barcelonesa un reportaje alrededor de aquel encendido amor imposible de juventud. Sobre las segundas, yo escribí otro artículo, que el director del diario en que colaboraba consideró más prudente no publicar.
La condesa di Robilant escribió sus memorias, editadas en 1991 por Mondadori con el título Sangue blu. La prensa de su país reprodujo extractos de aquellas cartas, acompañados por fotos de la autora junto a Juan Carlos de la época de su trato. La atractiva imagen de walkiria de Olghina di Robilant estuvo muy presente los años 50 en los ambientes de la dolce vita romana, antes de convertirse en cronista de ecos de sociedad. Fue la organizadora de la fiesta en el famoso local Rugantino en que la bailarina Aïché Nana acabó realizando el striptease que luego reproduciría Fellini en la película. El eco escandaloso de aquellas fiestas llevaron a Olghina di Robilant ante los tribunales, así como a la marginación de los círculos mas convencionales y puritanos de la nobleza.
No sabía nada de todo eso el día en que almorzamos con ella y otros representantes de su brazo en las afueras de Roma. La escuché hasta el atardecer hablando de vaguedades. Siempre he lamentado que Rossend no me informase de la historia de Olghina di Robilant y del auténtico interés del encuentro. La imagen de la condesa se me ha ido desdibujando, salvo en los momentos en que la prensa me retorna muy de vez en cuando, como estos días, las fotos y la historia de Aïché Nana y ella misma, que no supe entender cuando intentaba explicármela en persona.
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