Llevo cincuenta años devorando de forma cotidiana diarios y revistas, es mi afición y mi oficio. Me sigue maravillando la cantidad de sorpresas que esa lectura significa día tras día. La prensa es la ventana más extraordinaria asomada a la infinita variedad del mundo. Sé que algunas personas piensan exactamente lo contrario, como aquel amigo que en una ocasión rechazó el ejemplar de diario que le tendía, con la frase: “No es necesario, gracias, ya lo leí el año pasado”. Seguramente se limitan por error a algunas informaciones repetitivas (la telenovela cotidiana de la partitocracia o el detalle de los resultados
deportivos) que yo sobrevuelo en diagonal o paso por alto. Junto a la actualidad más rutinaria, la prensa transporta día tras día auténticos descubrimientos, noticias y comentarios de impacto, destellos de la insondable diversidad de la vida.
deportivos) que yo sobrevuelo en diagonal o paso por alto. Junto a la actualidad más rutinaria, la prensa transporta día tras día auténticos descubrimientos, noticias y comentarios de impacto, destellos de la insondable diversidad de la vida.
Pondré dos o tres ejemplos de los últimos días para huir del carácter subjetivo que pueda atribuirse a mi afirmación de partida. La sección “Temas a debate” del diario La Vanguardia, que cada domingo enfrenta a dos articulistas sobre un mismo tema, estaba dedicada el último día a “Enseñar a sufrir”. La pedagoga Eva Bach Cobacho escribía: “Los tropiezos y las tristezas son necesarios, además de inevitables. Hay cosas que solo se aprenden cayendo y hay caídas que suponen impagables lecciones de humanidad, de fortaleza, de humildad y de madurez”.
En un artículo de opinión del escritor Jordi Soler en la edición de Cataluña de El País, leí el 21 de marzo: “Los físicos han llegado a la conclusión que solo somos capaces de percibir el 10 % de la realidad que nos rodea. Visto desde el otro extremo, esto quiere decir que, a causa de la precariedad de nuestros sentidos, somos incapaces de percibir el 90 % de las cosas que suceden a nuestro alrededor (...) Una persona sana que se desplaza por un espacio determinado, va produciendo una columna formada, y renovada cada minuto, por 37 millones de bacterias”
Una página entera de información del El País proclamaba el mismo día: “La nariz percibe un billón de olores”. El arranque del artículo establecía: “Se pensaba hasta ahora que el olfato era el más torpe de los sentidos humanos: mientras que podemos distinguir entre varios millones de colores y menos de medio millón de tonos musicales, la evidencia apuntaba a una cicatería olfativa que solo nos permitía discriminar 10.000 olores. Investigadores de la Universidad Rockefeller de Nueva York y la Pierre et Marie Curie de París muestran ahora que la realidad es justo la contraria”.
El 20 de marzo la psicóloga Connie Capdevila escribía en un artículo de opinión en El Periódico a raíz del Día Internacional de la Felicidad, instituido por Naciones Unidas: “También se ha constatado que el 50 % de nuestra felicidad está vinculada a factores genéticos (...) Las buenas noticias de los descubrimientos llegan ahora: el 40 % de la felicidad personal es cuestión de cada uno”.
En el suplemento semanal “ES” del diario La Vanguardia del 15 de marzo, leí en el título y subtítulo de un reportaje de cuatro páginas: “Sexo, elixir de juventud. La lista es amplia: además de divertido, liberador y más bueno que el chocolate, el sexo suaviza la piel, evita arrugas, mantiene el cerebro ágil, aleja el alzheimer y favorece la red neuronal. No da la vida eterna (solo faltaba eso), pero sí que nos hace sentirnos más jóvenes y enérgicos”.
Es una simple muestra a voleo de los últimos días que refleja lo que también se encuentra en la prensa de forma cotidiana, al lado de lo más previsible. Eso sí, las mañanas en que por un motivo u otro la hojeo con prisa y solo leo los titulares con una atención relativa, no suelo descubrir nada. Ajustar el ritmo de lo que hacemos y ponerle un mínimo de interés es importante en todo, también para leer el diario.
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