7 ago 2016

De la calidad de los tomates considerada como una estructura de Estado

Mientras me dispongo a desayunar con orgullo mañanero una sencilla y para mi suntuosa ensalada de tomate, cebolla y olivas en la que todo es alma y materia pura, preciosismo sin énfasis, me provoca una sonrisa que los amantes de las discusiones inútiles duden de si el tomate es la hortaliza más consumida en el mundo de hoy en lugar de la patata, de si se trata de una fruta, una hortaliza o una verdura. Los botánicos cien que es una fruta, puesto que contiene semillas y no es ninguna hoja, tallo o raíz como las verduras. Puntualizan que era completamente desconocido aquí antes de la colonización de América, que el nombre deriva de la lengua azteca y significaba “fruta hinchada”,
que su difusión en Europa no cobró protagonismo hasta el siglo XIX y que actualmente se comercializan centenares de variedades.
Más que en todo eso, mi sencilla y suntuosa ensalada de desayuno, con un vinito blanco afectuoso, me ha llevado a pensar que los tomates son cada vez más insípidos. “Los peores tomates del mundo”, tituló un artículo sobre el fenómeno el periodista y novelista Rafael Nadal en las páginas del diario La Vanguardia: “En ningún otro país mediterráneo se comen unos tomates tan infames. Es el primer fracaso de una cadena que en otros países han convertido en plataforma alimentaria activísima. A veces parece que cuanto más hablamos de Catalunya, menos valoramos sus cosas. Algunos sostienen que el alma se mide por estas cosas pequeñas. Debe ser por eso que últimamente tengo la sensación de que, a pesar de las grandes proclamas, Catalunya no cesa de retroceder en su consolidación como país”. 
Es una observación precisa y exacta. He pedido a Rafael Nadal en repetidas ocasiones, sin éxito, que dedique con mayor frecuencia sus artículos a las estructuras de Estado que son las cosas esenciales maltratadas como si fuesen secundarias, por ejemplo la calidad declinante de los tomates de hoy, con honrosas excepciones que deben buscarse con mucha dedicación. Mientras no pongamos una poco de decencia en los tomates, todo lo demás será fruta hinchada de cualquier manera.

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