Mantengo una secreta admiración por la alta y escasa virtud de la continuidad, por eso frecuento en el centro de Girona el restaurante argentino El Balcó, abierto en 1986 por Carlos Alberto Franchini, el hombre que sigue oficiando personalmente al frente de la parrilla protagonista (pronúnciese parrisha en versión original). Ayer volví para comer un tiernísimo y gustoso “bife” de respetables proporciones al punto justo de fuego (ternera de Girona certificada) con un vino Malbec argentino que sostenía la nota admirablemente. El talón de Aquiles habitual en todas partes de la salsa chimichurri sale airoso en El Balcó con una delicadeza emcionante. Después de hacer los honores al “bife”, no pude reprimir el impulso de levantarme de la silla y colarme en la cocina para exclamar el grito ritual de los grandes momentos: “¡Un aplauso para el asador!”. El virtuoso “piano” de brasa lenta gobernado por Carlos Alberto Franchini goza de un segundo as en la manga: se encuentra situado en uno de los triángulos de las Bermudas más activos del país. En la céntrica calle de las Hortes, está al
lado de la Librería 22 (abierta en 1976) y frente del bar-restaurante Neptú, cuyas mesas operan a menudo como auténtica y espontánea Casa de la Cultura de la ciudad.
lado de la Librería 22 (abierta en 1976) y frente del bar-restaurante Neptú, cuyas mesas operan a menudo como auténtica y espontánea Casa de la Cultura de la ciudad.
Soy cliente del restaurante argentino y gerundense El Balcó desde el momento de su inauguración, treinta y cinco años atrás. No me ha defraudado nunca. Poder renovar los mejores momentos vividos entre sus paredes constituye un privilegio que debo, que debemos al espíritu de continuidad de Carlos Alberto Franchini.
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