26 nov 2019

Los líquenes vistos como una de las flores más atractivas

Unos amigos que disponen de casita fuera de la ciudad, con amplio jardín del que cuidan con detallismo y dedicación, me sorprendieron al confesarme que una de las plantas y de las flores que aprecian y contemplan más son lo líquenes adheridos desde largas décadas atrás al tronco de sus pinos. Son la única planta decorativa del jardín que no ha requiere ningún mantenimiento. Después de la explicación que me ofrecieron, ya no me sorprendió tanto. Aquellos líquenes simbolizan la continuidad de la casa familiar heredada y también el resultado de una prolongada mirada afectuosa. Llevan toda la razón, un liquen puede ser tan atractivo como cualquier planta o cualquier flor, con el mismo mérito y mucha más resistencia. Esta asociación
entre un hongo y una alga suele colonizar, de forma muy duradera y sin perjuicio, la cara húmeda de los troncos de algunos arboles y algunas piedras. Tienen un variadísimo color de óxido de hierro envejecido y adoptan formas minuciosas, de contornos lentamente cambiantes. Se trata de uno de los seres vivos más longevos de toda la escala biológica.
Los botánicos se asombran ante los miles de años que puede llegar a sumar una misma planta de liquen aferrada a la roca pelada en las condiciones climáticas más adversas y pobres. El liquen ha desarrollado una estrategia de supervivencia infinitamente más simple y más lograda que la de los humanos.
Una de las descripciones literarias más afinadas de la fascinación de los líquenes se encuentra en el libro La daurada parmèlia i altres contes, de Maria Àngels Anglada. En el capítulo “Líquenes” la autora traduce la magnífica prosa del botánico, poeta y profesor italiano de griego Camillo Sbarbaro, quien catalogó 127 nuevas especies. La parmelia del título es una de ellas. (Foto Josep M. Dacosta)

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