Un pueblo “con biga” para contemplarla desde su panza

Cuando paso por Colera (Alt Empordà) me gusta ir a sentarme un rato en esta hilera de bancos que han colocado (incluso con parque infantil) justo debajo del viaducto ferroviario del tren de Francia, sometidos a su colosal fuerza de gravedad y al retumbe del paso de los convoyes cada vez más escasos. Se dice que Colera es un pueblo “con biga”. Sin embargo el servicio ferroviario entre los pequeños municipios se halla miserablemente condenado al abandono, de modo que la falta progresiva de conexiones horarias entre los trenes de Portbou con los de Cerbère constituye una vergüenza en aumento. La parte superior en hierro del viaducto de 187 metros de largo, que vuela veinte metros por encima de la riera y el núcleo urbano de Colera, se
vio retorcida y despeñada por la tramontana la noche del 5 de diciembre de 1877, durante su construcción y antes de ser fijada completamente a los cuatro pilares de obra.

El viaducto original, construido en Francia por los talleres de Gustave Eiffel, pesaba 248.836 kilos. La misma compañía suministró otros puentes com el de Flaçà, el de La Valleta (Llançà) o el de les Peixateries Velles en Girona.

El viaducto ferroviario de Eiffel en Colera se mantuvo en servicio hasta 1916. La ampliación a doble vía exigió la construcción de uno nuevo más adaptado, encargado a La Maquinista Marítima y Terrestre barcelonesa. Es el que se contempla actualmente desde los bancos instalados en su panza. Está incluido en el Inventario del Patrimonio Arquitectónico de Catalunya.

Durante la Guerra Civil el crucero Canarias y la aviación legionaria italiana lo bombardearon, sin alcanzar el objetivo de cortar la circulación ferroviaria con Francia. En el momento de la retirada, las tropas republicanas lo inutilizaron parcialmente en enero de 1939, aunque pocos meses después retomó el servicio. Ahora, a diferencia del majestuoso viaducto, el servicio ferroviario flaquea por el desinterés de la RENFE en las líneas locales.