Han sido necesarios casi treinta siglos de espera y, por mi parte, toda una vida de expectativa, pero finalmente arqueólogos acreditados han localizado el santuario de Afrodita Pirenaica, que varios autores griegos y latinos dejaron escrito que contemplaban desde el mar al pasar ante el Monte Pirineo, dentro de la ruta de navegación obligada en su época. En el último boletín de la Asociación Arqueológica de los Pirineos Orientales, Georges Castellví e Ingrid Dunyach, de la Universidad de Perpiñán, documentan sus investigaciones de los últimos años y concluyen que el legendario Afrodision levantado en el extremo del Pirineo mediterráneo no
era un templo, tan solo un santuario, hieron o espacio sagrado (sin columnas ni frisos ni esculturas) que han localizado en la cima del bosque de la Fajosa de Argelés, arrasado por excavadores clandestinos pero con rastros comprobados, apagados como una flor marchita.
era un templo, tan solo un santuario, hieron o espacio sagrado (sin columnas ni frisos ni esculturas) que han localizado en la cima del bosque de la Fajosa de Argelés, arrasado por excavadores clandestinos pero con rastros comprobados, apagados como una flor marchita.
A diferencia del esbelto templo de Poseidón en cabo Súnion, el de aquí no había sido hallado y nadie se había esforzado mucho en ello. Podía situarse en Sant Pere de Rodes, tal vez en Sant Martí d’Empúries o Portvendres (Portus Veneris). Puesto que no se sabía nada en concreto, a Quim Curbet y a mi nos complacía imaginarlo en cabo Norfeu y le pedí que montase la simulación fotográfica adjunta. En cabo Norfeu no se ve, pero podía estar perfectamente. Por eso recitábamos allí, de cara a la tramontana, la insuperada elegía de Carles Riba:
¡Súnion! Te evocaré desde lejos con un grito de alegría,
a ti y a tu sol leal, rey de la mar y del viento:
por tu recuerdo, que me yergue feliz de sal exaltada,
con tu absoluto mármol, noble y antiguo yo como él.
¡Súnion! Te evocaré desde lejos con un grito de alegría,
a ti y a tu sol leal, rey de la mar y del viento:
por tu recuerdo, que me yergue feliz de sal exaltada,
con tu absoluto mármol, noble y antiguo yo como él.
La arqueología es sobre todo una ciencia interpretativa. No solo cuentan las piezas halladas o no por los excavadores, sino cómo se interpretan para ilustrar un período del pasado. A las ruinas les da vida la explicación, los conocimientos y la visión actuales.
El Partenón de Atenas no deja de ser una reconstrucción moderna, con fragmentos originales y otros de nueva factura para completar el grado de reedificación acordado. Los griegos de Empúries no llegaron ni a la suela del zapato del despliegue cultural consolidado por ellos mismos en Sicilia dos siglos antes. Aquí no tenemos los templos dóricos del valle de Agrigento, Segesta y Selinunte, sin embargo las fuentes históricas dicen que construyeron un Afrodision visible desde el mar.
Ahora lo han encontrado, arrasado y sin grandeza material. Algún grado de reconstrucción sería aconsejable, al menos para que Quim Curbet y yo podamos seguir saludando desde sus pies al «sol leal, rey de la mar y del viento» que invocaba Carles Riba cuando echaba de menos Súnion.
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