11 abr 2020

Estos días he soñado de nuevo con Islandia, con motivos

Gracias a una empresa biofarmacéutica local Islandia es hasta ahora el país del mundo con mayor número de pruebas de detección del coronavirus realizadas por habitante. Aquí, en cambio, seguimos en pañales en este aspecto, tras semanas de pandemia. Siempre debe tenerse un país extranjero de referencia mítica, sobre todo si nos supera en algunas cosas importantes. Durante los últimos años Islandia se ha puesto de moda. El pequeño y alejadísimo país insular flota como una cáscara de nuez en el círculo polar Ártico sin alcanzar los 340.000 habitantes, menos que L’Hospitalet de Llobregat. Se encuentra recubierto por el hielo y los
volcanes, en invierno dispone de menos de cuatro horas de luz natural al día y durante el verano no oscurece ni de noche.
Casi todos los islandeses viven en Reikiavik, aunque la burbuja inmobiliaria causada por el turismo provoca que muchos ya no se puedan permitir residir en la capital. Es el país de las lívidas auroras boreales, de la Blue Lagoon de aguas termales, de la psicodélica cantante Björk y de una de las sucursales del festival barcelonés Sónar.
Se independizó de Dinamarca en 1944, no tiene ejército, cuenta con uno de los índices más elevados de escritores por habitante y los subvenciona para que escriban. Las cenizas volátiles derivadas de la erupción de uno de sus incontables volcanes causó en 2010 el cierre del espacio aéreo en toda Europa.
El novelista Jón Kalman Stefanson, convertido en el “García Márquez islandés”, declara: “Es cierto que a raíz de la crisis económica de 2008 algunos banqueros fueron a la cárcel y se redactó un informe de 1.500 páginas, convertido en best-seller, para explicar las causas de todo lo sucedido. Pero ahí acabó. A la gente de otros países le gusta ver a Islandia como una pequeña utopía simpática, un país de cuatro gatos donde la democracia de verdad es posible. Se trata de una idealización”.
Tal vez sea cierto que mi sueño de Islandia resulte pequeño, lejano y gélido, sin embargo los hechos cantan.

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