30 may 2012

Port Bou, el coloso abandonado

El primer censo moderno español, encargado por el ministro Floridablanca en 1789, adjudicaba a Port Bou un total de seis casas habitadas. Las obras de la estación ferroviaria fronteriza con Francia habilitaron una colosal explanada artificial de 130.000 m2 que requirió remover con dinamita 600.000 m3 de tierra y roca por parte de 700 trabajadores durante dos años. La vida social de la nueva población floreció con rapidez. Las actas municipales de 18
de mayo de 1890 ya recogían la denuncia de un grupo de vecinas de la calle de la Plaza contra la actividad de un café “servido por mujeres, en el que tienen lugar todos los días grandes escándalos y orgías que duran hasta la madrugada y convierten la expresada calle en teatro de escenas poco edificantes y que por dicha causa no pueden conciliar el sueño por la noche”.
Quince años después de la llegada del tren, Port Bou sumaba 1.500 habitantes censados. En 1930 alcanzaba los 4.000. A partir de aquel momento comenzó la caída. Ahora cuenta 1.302 censados. La época dorada de aduaneros y transitarios hizo que nacieran en Port Bou futuras personalidades como el escultor y coleccionista de arte Frederic Marés (1893), la pintora Ángeles Santos Torroella (1911) y su hermano crítico de arte y poeta Rafael Santos Torroella (1914), el catedrático de Economía y rector de la Universidad de Barcelona Fabián Estapé (1923), el directivo de grandes empresas Jordi Mercader (1943) o la novelista Maria Mercè Roca (1958). 
El edificio originario de la estación fue derribado y renovado en 1928, sustituido por la apoteosis de la arquitectura metálica que constituía la flamante puerta de entrada de extranjeros al despliegue promocional de la industria catalana a raíz de la Exposición Universal de Barcelona de 1929. En consonancia con la clientela distinguida de la línea internacional, la estación se dotó con un restaurante de renombre, dirigido a partir de 1933 por el chef Pere Granollers Garriga, quien inicio en este establecimiento a Josep Mercader, futuro fundador del Hotel Empordá de Figueras. 
Las prósperas oficinas de transitarios (operadores de transporte internacional de mercancías que se ocupan de los servicios y trámites necesarios para el traslado de cargas entre países) abandonaron pronto Port Bou para trasladarse a Barcelona. El predominio del transporte ferroviario se vio progresivamente laminado a lo largo del siglo XX por la diferencia española de ancho de vías, sin que los vagones de ejes regulables --en actividad desde 1951-- fuesen utilizados como solución a la altura de las circunstancias. La inversión en la red ferroviaria fue muy insuficiente durante el franquismo y ese retraso histórico resultaría difícil de recuperar a continuación. El conjunto del sistema ferroviario español se vio nacionalizado en 1941 y colocado bajo la tutela de la nueva compañía pública RENFE, convertida en modelo de la peor gestión y de elevadas pérdidas absorbidas por el presupuesto del Estado. 
La supresión de las aduanas en la frontera hispano-francesa como consecuencia del ingreso de España en la Comunidad Económica Europea en 1986 supuso que aquel año marcharan unos 300 habitantes de Port Bou. Desaparecieron de golpe treinta agencias de aduanas de la localidad, encargadas de trámites que dejaban de existir.

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