Ahora, exactamente ahora comienza
el tiempo de cerezas. Las de aquí, no las de invernadero regadas gota a
gota bajo calefacción o las procedentes de las antípodas en pleno
invierno, que son cerezas de anuncio. Últimamente las de siempre se
valoran de nuevo como un pequeño lujo de la naturaleza y algunas
comarcas las convierten en fiesta local de peregrinación. Antes eran
algo natural, un fruto espontáneo de la llegada del verano, ahora son
una conmemoración.
Mi
padre tenía un cerezo, yo no. En contrapartida me entretengo en cocinar
pato con cerezas cuando llega la época y a deshuesarlas una a una para
el guisado, como una ilusión anual. Algunos años varío
un
poco y preparo codornices con cerezas, flambeadas con algún
espirituoso. Sin embargo no he decidido cual es la fiesta de la cereza
que me alegra más: la exaltante flor blanca estallando en el frío del
invierno (el local cherry blossom) o la cosecha del fruto que
abre el verano. Casi siempre me decanto románticamente por la primera y
recuerdo aquellos versos, más decantados aun, de Pablo Neruda: “Quiero
hacer contigo/ lo que la primavera hace con los cerezos”…
Cataluña
produce unas 13.000 toneladas, la mitad en las comarcas tarraconenses,
especialmente la Ribera d’Ebre y la villa de Miravet, seguida por
Tivissa, Benissanet y Flix. Gozan de renombre las de Terrades y Llers en
el Alt Empordá, las de Sant Climent de Llobregat, Santa Coloma de
Cervelló, Torelles i El Papiol en el Baix Llobregat, las de Caldes de
Montbui en el Vallés Oriental, las de Arenys de Munt en el Maresme, las
del Valle de Gallinera en la Marina Alta y las extensivas del Valle del
Jerte en Cáceres.
Las de Sant Climent de Llobregat tienen el mérito añadido de haber dado pie en 2005 a la edición de una magnífica monografía: Bojos per la cirera
(Locos por la cereza), con una introducción cientifico-poética de la
doctora en ciencias químicas Laura Gosalbo sobre orígenes, variedades,
cultivo, propiedades nutritivas, consejos prácticos de compra y
conservación, así como 42 recetas del cocinero del restaurante El Racó
de la localidad, Gerard Solís, para aperitivos, entrantes, carnes,
pescados y marisco, postres o incluso un capítulo sobre la cereza y el
vino.
En Ceret tienen
fama de ser las más tempranas, dulces y coloridas, en un valle
fronterizo de microclima afortunado. La cosecha arranca allí por Sant
Jordi y es tradición republicana enviar las dos primeras cajitas al
palacio del Elíseo para el presidente del país. Este año coincidió con
los días de traspaso de poderes y enviaron cuatro: dos para el
presidente Sarkozy y otras dos para el presidente Hollande. En realidad
la celebridad de la cereza de Ceret empezó con el siglo XX, al
multiplicar los agricultores unos árboles convertidos en rentables que
hasta entonces apenas flanqueaban a los huertos. En 1960 la localidad
producía 7.000 toneladas, hoy 1.200. El próximo fin de semana Ceret
celebra la popular Fiesta de la Cereza, que ahora coincide con el
certamen de bandas de música callejeras. El cafarnaún del “Ceret de
Bandas” preludia el mucho más gordo del “Ceret de Toros” del 14 Juillet, cuando las cerezas empiezan a ir de baja y las sangrías a elaborarse de cualquier manera.
En Francia “Le temps des cerises” es también una popularísima y emotiva canción asociada a
la Comuna de París y a las interpretaciones inolvidables de Charles
Trenet o Yves Montand, versionadas hasta hoy incluso en rock, igual como
algunas cerezas.
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