Dedico una parte de mi tiempo a seguir la actualidad política, aunque no me divierta especialmente ni lo haga por inclinación vocacional. Hoy me ha tentado, un poco provocativamente, escribir este artículo semanal sobre cualquier otro tema, como contrapeso testimonial del “estado de excepción informativo” que suponen las campañas electorales o, durante el resto del año, la telenovela cotidiana de la partitocracia. No lo haré,
porque de provocaciones ya andamos sobrados. Me inclino, por responsabilidad periodística, a escribir sobre el momento electoral catalán.
porque de provocaciones ya andamos sobrados. Me inclino, por responsabilidad periodística, a escribir sobre el momento electoral catalán.
Yo iré a votar, pese a haberme desagradado la campaña institucional de la Generalitat en este sentido. Iré a votar porque es un derecho ciudadano que todavía no les ha convenido recortarnos. No he votado nunca a CiU, menos aun esta vez. La idea de independencia me atrae, como a muchos, pero confieso que me atrae todavía más una patria en la que sus hijos encuentren trabajo y que no destaque por el paro más elevado de Europa, que no destaque por los desahucios forzosos a pesar de la gran cantidad de viviendas vacías, que no destaque por los recortes expeditivos a los servicios públicos esenciales como la educación y la sanidad, que no destaque por la amnistía fiscal a los evasores, que no destaque por el partido del gobierno de la Generalitat con su sede social embargada para hacer frente a la fianza de un proceso judicial por presunta financiación ilegal, que no destaque por algunas actuaciones violentas de la policía autonómica antidisturbios, que no destaque por la política de dar la culpa de casi todo al factor exterior, a los demás, a España.
Yo iré a votar a favor de una patria lo más independiente posible sobre todo de eso.
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